Post de David Pac Salas, incluido en el hilo de artículos que forman parte del Tema-LAAAB ‘Repolitizar lo cotidiano’ capitaneado por Jaime Minguijón.
El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) lleva más de tres décadas preguntando cuáles son los tres principales problemas que existen en España. En el barómetro de febrero de 2018, los problemas vinculados a la “política” ocupan la segunda y tercera posición: la corrupción y el fraude (38%) y los/as políticos/as en general, los partidos y la política (24%). No es la primera ocasión que ocurre. Esta sensibilidad no es nueva, a mediados de la década de los 90 también aparecieron en la agenda de los ciudadanos estas preocupaciones por la política. En los dos momentos señalados se produce una coincidencia entre una grave crisis económica y una elevada crispación política. La diferencia que encontramos entre ambas fechas es el carácter de la situación. Así en 1995 tuvo un carácter coyuntural, puesto que desaparecieron de los primeros puestos del ranking de problemas con relativa rapidez. Sin embargo, en la actualidad muestra gran estabilidad (desde 2010 es señalado como uno de los tres principales problemas). Quizás podemos servirnos de la distinción de Montero y Torcal sobre descontento y desafección para explicar las diferencias. En la actualidad el principal problema político en España es la desafección política, ya que conlleva un alejamiento de los ciudadanos respecto al sistema político y, además, tiene un carácter más estable que el descontento coyuntural. Por tanto, uno de los síntomas de nuestro tiempo, especialmente en los países más afectados por la crisis económica y la corrupción política, es lo que desde el punto de vista de las ciencias sociales se denomina como “desafección política o institucional”. Se trata de una actitud ciudadana que combina baja confianza en la política y valoración negativa de las instituciones.
Para ver la profundidad del problema de desafección podemos mostrar algunos de los principales indicadores del CIS sobre la situación política en España. Así nos encontramos en febrero de 2013 con el dato de confianza política más bajo de la serie histórica (23,8%). Si bien, en cinco años se ha incrementado esta confianza hasta el 32,9%, desde la transición española sigue siendo uno de los momentos con la confianza en la política más baja. En una sociedad como la española, introducida ya de pleno de derecho entre las democracias occidentales con garantías jurídicas, casi cuarenta años después de dictadura, sorprende la paradójica relación entre la ciudadanía y la política. Los datos, en este sentido, son clarificadores. De una parte, los estudios de opinión revelan una valoración muy negativa de la ciudadanía sobre los políticos, además de incidir en que la gente siente la política como algo muy lejano, como se deduce al comprobar el escaso interés de la ciudadanía por la política.
Pero, por otra parte, paradójicamente, vemos un proceso de repolitización de la ciudadanía. Esto lo podemos observar en el incremento del interés por la política, el ejercicio del derecho del voto y la participación sociopolítica. En relación al interés por la política podemos observar, analizando el porcentaje de personas que tiene mucho interés por la política, que se incrementa de manera notable a partir de 2006 hasta el año 2014, cuando se produce su punto más elevado. Y lo más relevante es que si dividimos este interés según las generaciones políticas observamos que son los jóvenes quienes han incrementado en mayor medida su interés (véase Polítikon, 2017).
Además, esta paradoja también reside en que cuando llegan las citas electorales, la ciudadanía parece olvidar su opinión altamente negativa sobre la clase política y esa proclama que se extiende como la pólvora (“los políticos son todos iguales, da igual quien gobierne”), ejerciendo su derecho de decidir qué partido será el que gobierne la Nación en los siguientes cuatro años. De hecho, un análisis de la participación en las elecciones generales al Congreso de los Diputados es sumamente relevante: en los últimos veinte años, la participación solamente ha bajado del 70% en dos ocasiones, superando en tres casos el 75%.
A partir del 15M se producen unas transformaciones en el escenario político español. Se llevó a cabo la revitalización, reorientación y transformación de los movimientos sociales preexistentes (por ejemplo, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que, generó el movimiento Stop Desahucios) así como la emergencia de otros nuevos (las mareas, las machas por la dignidad, rodea el congreso, etc.) con un papel muy activo en las protestas contra los recortes originados por la crisis. Por otra parte, se produjo el surgimiento de un movimiento de carácter político-no partidista, que promovía una transformación desde lo local del sistema constitucional (Movimiento por la Democracia, Municipalia), que se había nutrido de los marcos referenciales (asamblearismo, participación, etc.) del 15M. Y por último, la emergencia de nuevos partidos políticos (Podemos) o ampliación de la escala territorial de otros (Ciudadanos), que terminaron por difuminar el tradicional bipartidismo en España.
Esta situación ha producido en España movimientos de respuesta desde la propia ciudadanía, articulados al margen de las mediaciones políticas tradicionales (partidos políticos y sindicatos), llegando a dejar en una posición de “tierra de nadie” a los llamados nuevos movimientos sociales. 15M, plataformas contra la crisis, “mareas” ciudadanas, etc., son acciones colectivas que, partiendo de una defensa del sistema democrático, critican las instituciones políticas, poniendo de relieve una vía novedosa de repolitización ciudadana, aunque sea de carácter no institucionalizada o informal.
David Pac Salas
Mostrar comentarios (0)