Artículo de Ana Echevarría incluido en el Tema-LAAAB ‘Educación expandida, aprender participando’.
El Colegio Público Los Albares es un centro educativo localizado en La Puebla de Alfindén, en Zaragoza. Una de nuestras señas de identidad es la apertura a la comunidad, el dar un sentido “expandido” a nuestra práctica educativa. En esa lógica se enmarca nuestra participación NEMESIS una red internacional para el fomento de la Innovación Social dentro de la escuela.
NEMESIS es un proyecto europeo formado por profesores, investigadores, emprendedores sociales y mediadores con una misma idea: unir educación e innovación social. Para ello queremos desarrollar un modelo educativo que estimule el sentido crítico de los estudiantes de primaria y secundaria, que despierte su conciencia social ante los problemas de su comunidad y que los dote de las herramientas necesarias para intentar solucionarlos. Es decir, un modelo que empodere a los alumnos para ser motores de cambio.
Nuestra aportación al proyecto, que está en marcha y cuenta con una ayuda Horizonte 2020, se puede resumir en tres palabras: PROCESO, EQUIPO Y COOPERATIVO. Tres palabras claves en el modelo educativo del CEIP Los Albares. Proceso frente a producto, equipo frente a individuo y cooperativo frente a sumativo. Educar es un acto en el que el proceso seguido implica la educación en sí misma. La escuela tradicional se ha venido centrando en el producto, en el resultado de un examen, en el trabajo final entregado, y ha minusvalorado el proceso seguido hasta llegar al producto. Cuando resulta que la verdadera educación se está realizando en el proceso, en el modo en el que el alumno aprende a procesar los conceptos, en cómo va aprendiendo a estructurar sus ideas y, sobre todo, en la manera en la que aprende a establecer relaciones sociales con sus compañeros de equipo. Al final del camino está el producto, que supone una mínima parte de lo que ha sido el aprendizaje del individuo.
Este proceso educativo se realiza en equipo con sus iguales, poniendo el mayor peso en el objetivo de que los alumnos aprendan a vivir en sociedad. La escuela debe enseñar a los alumnos a relacionarse, esto supone enseñarles a tomar decisiones, a aceptar propuestas, a liderar equipos, a llegar a acuerdos y sobre todo a respetar las ideas de los demás.
Si los alumnos trabajaran de manera individual en sus pupitres, durante las cinco horas lectivas, ¿cuándo aprenderían estas destrezas sociales? ¿en los 30 minutos de recreo? Es función del docente enseñar al alumno a relacionarse, y el trabajo en equipos nos ha demostrado ser la mejor herramienta. Estos equipos se organizan siguiendo las propuestas del aprendizaje cooperativo, en las que a lo largo del proceso educativo el alumno está en diferentes equipos, haciéndose cargo de diferentes responsabilidades. Esta manera de trabajar da lugar a alumnos más completos, más competentes y más comprometidos socialmente.
Por último está el concepto de cooperativo frente a sumativo. Tradicionalmente los trabajos que se han hecho en las aulas han sido trabajos sumativos. Trabajos en los que se dividía el objetivo, se trabajaba individualmente y se sumaban las partes de cada uno, para completar el producto final. Si un miembro del grupo no completa su parte, otro se apresura a hacerlo, con el objetivo de que el producto esté terminado en la fecha marcada. Se valora y evalúa el resultado. El mérito se reparte a partes iguales entre todos los que forman parte del grupo. No se evalúa el proceso, ni lo que el trabajo ha aportado a cada uno de los miembros. En este modo de trabajar en grupo, se puede dar el caso que solo un miembro del grupo trabaje, pero que todos disfruten del mismo premio. Este modo de trabajar asienta en las aulas la injusticia como un valor predominante en la sociedad, por eso el trabajo en grupos es tan denostado por una gran parte de los estudiantes, porque el término justicia forma parte habitual de su vocabulario y consideran que el trabajo en grupos tradicional deja la justicia fuera de las aulas.
Cooperar no significa que cada uno realice una parte del producto y que las pongamos juntas al final para tener un producto. Esa manera de trabajar ha sido la que ha dominado la enseñanza tradicional cuando el maestro hablaba de trabajo en grupos. En el trabajo cooperativo el resultado no deja de tener su valor, si no consiguen el objetivo la frustración puede ser un elemento de desánimo para seguir avanzando. Pero el foco no está en el producto, si no en las relaciones que se establecen durante el proceso, los aprendizajes que realiza cada miembro del equipo a largo del camino son esenciales para valorar la recompensa que cada miembro merece. Todos los alumnos no tienen la misma recompensa, porque el proceso seguido no es el mismo, aunque la nota final del producto la comparten, no será así con la nota del proceso, y este último aspecto es lo que marca la gran diferencia entre el trabajo en grupos tradicional y el trabajo en equipos cooperativos, ya que cuando se organiza bien el trabajo en equipos cooperativos la justicia es vivida como parte intrínseca del proceso educativo. La evaluación en el aprendizaje cooperativo no es únicamente final y externa, se realiza de manera continuada por los propios miembros del equipo y del maestro, autoevaluación y heteroevaluación, lo que nos permite ir tomando decisiones para reconducir el proceso, y además se realiza una co-evaluación del producto por parte de los compañeros de los otros equipos. Todos los miembros forman parte de la evaluación, reflexionan sobre el proceso seguido y realizan propuestas de mejora. Esta manera de trabajar establece las bases para construir una sociedad más justa, en la que todos somos responsables de lo que tenemos. Responsabilidad y justicia, dos términos básicos para formar alumnos socialmente comprometidos.
El trabajo cooperativo ha estado fuera de las aulas y aún lo sigue estando. Cuando hablamos de cooperar en las aulas debemos enfatizar la definición que da Google “ayudar a otros menos avanzados para que se desarrollen”. Los alumnos han descubierto que todos somos menos avanzados en algo, los compañeros del equipo pueden ayudarnos a desarrollar nuestras potencialidades. Trabajar conjuntamente con otros para beneficiarnos todos, conseguir un objetivo común, mejorando todos mientras trabajamos por el logro de ese objetivo. El proceso, el resultado y la evolución de los participantes son claves en el trabajo en equipos cooperativos. Cuando un alumno te dice que ha descubierto las potencialidades de esos compañeros, que hasta que ha trabajado con él en equipo, estaban ocultas, significa que el proceso educativo ha funcionado.
¿Qué piensan los alumnos de 12 años sobre el trabajo en equipos? Claudia Salido y Nuria Portolés nos cuentan sus impresiones:
“Al principio cuando empezamos a trabajar en equipos no me apetecía mucho, porque creía que trabajaba mejor sola, pero al final me di cuenta de que cuando hay más personas se hace todo más rápido, mejor y resulta más entretenido.” C. Salido.
“Aprendemos trabajando en equipo por lo ameno que es, por las ideas que aportan los compañeros, por las exposiciones de dichos trabajos… Son cosas pequeñas, pero para nosotros, los estudiantes, es más gratificante.” N. Portolés.
“He descubierto que con compañeros con los que no trataba mucho he hecho amistad”. C. Salido.
“En los trabajos en equipo tanto las victorias como las derrotas se comparten”. N. Portolés.
Ana Echevarría
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