Repolitizar lo cotidiano: cuerpos diverso-funcionales en los transfeminismos

Artículo de Laura Moya Santander incluido en el Tema-LAAAB ‘Repolitizar lo cotidiano’ capitaneado por Jaime Minguijón.

“Lo personal es político”, es una frase que viene de los feminismos y quiere decir que lo que a una le pasa en su vida cotidiana, no tiene tanto que ver con unas circunstancias individuales y aisladas, sino, más bien, con unas vivencias situadas dentro de una estructura con relaciones de poder, pero también con espacios de resistencia.

En sociedad, lxs que no hemos pertenecido a la norma, es decir, al sujeto configurado como universal (humano, hombre, blanco, cis, hetero, capacitado, nacional, mediana edad, con trabajo remunerado, clase media, etc.), hemos sido marcadxs como lo “otro” y al mismo tiempo, nuestras experiencias han sido invisibilizadas. Así, estas experiencias se han situado en los márgenes y nuestras demandas no han sido atendidas, quedando lejos de la agenda política.

Sin embargo, a partir de las últimas dos décadas, estos cuerpos “otrxs”, tales como lesbianas, trans, racializadxs, diverso-funcionales, etc., no sólo hemos luchado contra la invisibilización, sino que, hemos reaccionado contra las categorizaciones esencializadas[1] que nos han nombrado y contra la construcción de la “normalidad”.

En nuestro entorno, la conjunción de estas luchas ha dado lugar a los transfeminismos. Lxs sujetxs del transfeminismo pueden entenderse como una suerte de multitudes queer[2] (Sayak-Valencia, 2014), multitudes de intersecciones de sujetxs no hegemónicos que mediante sus prácticas cotidianas reivindican como otros modos de existir, no-normativos, son posibles y, aún más, son deseables.

Dentro de los transfeminismos, la imbricación de la diversidad funcional[3], añade al análisis y al activismo las opresiones que el sistema capacitista impone a nuestros cuerpos, y al mismo tiempo, aportamos nuestras resistencias diarias contra él, las cuales enfrentamos también con nuestros cuerpos. Pero, la diversidad funcional es una intersección que se entreteje con otras como el sexo, el género, la sexualidad, la edad, el peso, la apariencia, la clase, la etnia, el territorio, etc., incorporando perspectivas críticas que se influyen y contradicen.

La diversidad funcional se imbrica en los transfeminismos en cuatro aspectos clave: representación, cuerpo, identidad y activismo (Garland-Thomson, 2006).

1. Representación

La diversidad funcional es una categoría inestable que en la práctica vincula a multitud de cuerpos que, a partir de la creación de lo “normal”, fueron catalogados como “débiles mentales” o “degenerados”. Así, lo explica Paul B. Preciado en este vídeo.

Estos cuerpos fueron descritos como monstruos, como lo abyecto. Y aunque el símbolo del monstruo se utilizó inicialmente hacia personas con diversidades funcionales congénitas, su uso se fue expandiendo a todos los cuerpos que representaban una aberración corporal o social. Así lo explican Lucas Platero y María Rosón en este artículo. Pero las figuras que hibridan entre varias categorías también han supuesto un potencial para la política transfeminista como ya dijo Haraway y nos muestra Helen Torres en su blog.

2. Cuerpo

Estos cuerpos comparten haber sido sometidos por los discursos y prácticas antropométricas[4] de la salud y la apariencia. Prácticas como la cirugía cosmética o la reconstructiva, basan sus técnicas en la mejora o corrección de las “fallas”, ya sea grasa corporal, cicatrices, etc., con la intención de borrar la diferencia y asemejar al cuerpo a la norma.

Pero precisamente desde sus cuerpos, a partir de sus experiencias cotidianas, estxs sujetxs crean sinergias encarnadas. Ejemplo de ello es este libro, alianza entre el FVID y la Agencia de asuntos Precarios: Todas a Zien. Sinergias en las que aparece la contradicción, pero que nos permite anudar luchas como dice Andrea García-Santesmases en este artículo.

3. Identidad

La intersección de la diversidad funcional propone reflexiones críticas acerca de los privilegios de las categorías bien definidas y delimitadas. Ejemplo de ello, es que la feminidad normativa está alejada de la mujer con diversidad funcional a la que se imagina como asexual, incapaz de reproducir, no deseable, etc. Y es que la diversidad funcional intensifica y atenúa los guiones culturales de la feminidad, dando lugar a nuevas posibilidades generativas. Así lo explica Elena Prous en este curso.

4. Activismo

A partir de las sinérgias queer-crip,[5] las luchas de la diversidad funcional se han unido a los transfeminismos. Ejemplo de ello son las Marchas por la Diversidad Funcional que nos muestra este vídeo.

 

Pero, ¿Qué es el capacitismo?

El capacitismo moldea nuestras vidas, pero no sólo las de lxs sujetxs con diversidad funcional, sino las de todxs lxs sujetxs. Porque la capacidad, al igual que la discapacidad, también es creada y sostenida a partir de los discursos y las prácticas de lo “normal” y “anormal”. Por eso, no sólo hay que preguntarse por la construcción de la discapacidad y su discriminación, sino por la construcción de la “norma”, la capacidad, y así desmontar las relaciones de poder del capacitismo.

El capacitismo es la “red de creencias, procesos y prácticas que producen un particular tipo de yo y cuerpo (el estándar corporal), que es proyectado como el perfecto, típico de la especie y, por tanto, esencial y completamente humano” (Campbell, 2009, p.44). Por tanto, el capacitismo, sistema que permea la cultura, se basa en la capacidad, la cual se establece como un absoluto real, universal y natural, que se configura a partir de un “estándar” corporal, valorado positivamente y deseable, dando lugar a una ideología capacitista omnipresente en la cultura y las relaciones sociales. Así, el capacitismo y su ideología capacitista, nos involucra a todxs, ya que todxs somos calibrados según la capacidad, aunque para algunxs tenga, obviamente, consecuencias más opresivas que para otrxs.

Pero al politizar nuestras experiencias cotidianas, no sólo mostramos la discriminación hacia la diversidad funcional, sino que, con estas, cuestionamos la idea omnipresente y ficticia de la capacidad, accionando nuevas formas de estar en el mundo que interrumpen el capacitismo.

 

¿Qué son las experiencias cotidianas contra el capacitismo?

El cuerpo se experimenta y al mismo tiempo es la base de la experiencia que tenemos con el mundo. Pero las experiencias cotidianas de los cuerpos diversos generalmente han sido ocultadas o negadas. De hecho, el dolor o la incapacidad de controlar el propio cuerpo son aspectos despreciados, compadecidos y, sobretodo, temidos (Wendell, 2006). Politizar estas experiencias crudas permite comprender al cuerpo, a todos los cuerpos que en ciertos momentos son dolorosos, incontrolables…o, en definitiva, contingentes. Este conocimiento situado permite sentirnos vulnerables, sabernos inestables y desmitificar al cuerpo capaz que se cree controlable y completo.

Por otra parte, las experiencias de interacción con el entorno de los cuerpos diverso-funcionales, proporcionan conocimientos situados que trasgreden la representación dominante. Pues como dice Siebbers (2006), los cuerpos discapacitados crean confusión de lenguas, ojos, manos,…y otras partes de los cuerpos. Para los sordos, la mano es la boca del habla, el ojo su oreja, para los ciegos, las manos y orejas son ojos. Hay pies que lavan los platos y las bocas firman documentos.

Es innegable que nuestra perspectiva desde nuestros cuerpos sin ojos, cojos, dolorosos, enanos,…nos proporciona experiencias que participan en la política que encarnamos. De lo que se trata, por tanto, es de hacer notar las experiencias, tomar las narrativas, de lo que previamente estaba escondido, retirado a lo privado, medicalizado, institucionalizado, etc., para convertirlo en reivindicación política desde lo vivido, desde la corporalidad.

 

¿Cómo politizamos nuestras experiencias?

Nuestras experiencias cotidianas, desde las más públicas a las más privadas, son potencial político. Y es que nuestros cuerpos han sido denostados por estar lejos de la rentabilidad productiva y reproductiva para un progreso capitalista y neoliberal y, por supuesto, capacitista. Pero, nuestros cuerpos, precisamente con sus prácticas cotidianas, generan más vivencias posibles y deseables.

Sole Arnau, activista e investigadora, nos muestra como politiza su experiencia de miccionar en este vídeo. A partir de alianzas con sujetxs trans, conoce una herramienta que le libera de una práctica cotidiana y le permite negarse a asumir el mandato de disciplinamiento de su cuerpo diverso-funcional.

Dado que los cuerpos diverso-funcionales no fueron eficientes para la producción, en nombre del progreso social tampoco interesó nuestra reproducción. Y como el deseo, culturalmente se ancla a prácticas sexuales reproductivas, nuestros cuerpos fueron desvinculados del deseo, es decir, constreñidos como sujetos no deseables ni deseantes. Pero nuestras prácticas no-normativas muestran como la sexualidad es más amplia y generativa de lo que el capacitismo, junto con otros sistemas interconectados, tratan de acotar. El documental “yes, we fuck”, es un ejemplo de politización de prácticas sexuales desde la diversidad funcional.

 

Laura Moya Santander

 

Notas:

[1] El esencialismo se refiere a una creencia en la esencia “verdadera”, que es irreductible y por tanto, constitutivo de una persona determinada (Galvin, 2006). Creer que las categorías (como “normal” y “anormal”) tienen un origen natural, se manifiesta con dos esencialismos; uno biológico, que entiende la diferencia como biológica y otro, estructural que entiende la identidad de cada categoría como estable y unitaria.

[2] Término en inglés cuya traducción es raro o extraño y que se ha utilizado como insulto hacia las personas con sexualidades no-normativas, pero el cual ha sido apropiado por el propio grupo estigmatizado, convirtiéndolo en un término fortalecedor. En nuestro contexto, aunque sin un carácter tan abarcador de multitud de sexualidades, puede hacer referencia a términos como bollera, maricón, travelo, etc. (Guzmán y Platero, 2014).

[3] Se refiere a personas que con diferentes características biofísicas y dadas las condiciones de entorno generadas por la sociedad, deben realizar las mismas tareas o funciones que el resto de la sociedad de manera diferente. Misma función, manera diversa de realizarla. “Este término considera la diferencia de la persona y la falta de respeto de las mayorías, que en sus procesos constructivos sociales y de entorno, no tiene en cuenta esa diversidad funcional.” (Romañach y Lobato, 2007, p.325). Dicho término fue propuesto por el Foro de Vida Independiente y Divertad para referirse a la discapacidad y actualmente sustituye a este en nuestro entorno, sobre todo, en el ámbito activista y reivindicativo.

[4] Con este término me refiero a las medidas que se han construido como estándar para clasificar a los cuerpos. Una norma antropométrica que alcanza a todas las variables pero que, en el caso de la diversidad funcional, se refiere a la medida de lo orgánico bajo la norma de salud y, por tanto, la clasificación de la deficiencia y, a la medida de lo funcional bajo la norma de la capacidad y, por tanto, la clasificación de la discapacidad.

[5] Crip, en inglés, es el diminutivo del término cripple, utilizado como insulto hacia las personas con diversidad funcional. Este término, al igual que queer, ha sido reapropiado por las personas a las que apelaba y aunque se ha traducido por términos como tullidx, lisiadx, taradx, etc., se puede referir a términos más específicos como cojxs, enanxs, cegatxs, jorobadxs, etc.

 

Bibliografía:

Campbell, F. (2009). Contours of ableism. The production of Disability and Abledness. Londres: Palgrave McMillan.

Galvin, R. (2006): A genealogy of the disabled identity in relation to work and sexuality. Disability & Society vol. 21 no. 5, 499-512.

Garland-Thomson, R. (2006). Integrating Disability, transforming Feminist Theory. En: Davis, L. (Ed.) (2006). The Disability Studies Reader. Nueva York: Routledge, pp.257-274.

Guzmán, F. y Platero, L. (2014). “The critical intersections of disability and non-normative sexualities in Spain”. Annual Review of Critical Psichology, 11, pp. 359-387.

Romañach, J. Y Lobato, M. (2007). Diversidad funcional. Nuevo término para la lucha por la dignidad de la diversidad del ser humano. En: ÁLVAREZ POUSA, L. y otros (coord.) (2007). Comunicación y discapacidades. Actas del Foro Internacional, Galicia: Observatorio Gallego de Medios. Colegio profesional de Periodistas de Galicia. pp. 321-330.

Sayak Valencia (2014). “Transfeminismo(s) y capitalismo gore”. En: Sola, M. y Urko, E. (Ed.). Transfeminismos: Epistemes, fricciones y flujos. Tafalla: Txalaparta. pp: 109-118.

Siebers, T. (2006). Disability in Theory: From Social Constructionism to the New Realism of the body. En: Davis, L. (Ed.) (2006). The Disability Studies Reader. Nueva York: Routledge, pp.173-184.

Wendell, S. (2006). Toward a Feminist Theory of Disability. En: Davis, L. (Ed.) (2006). The Disability Studies Reader. Nueva York: Routledge, pp.243-256.

 

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  • Laura Moya Santander | Diversa-funcional, trabajadora social…Ahora investigando sobre cuerpos y accionando participaciones tullidas. Cegatadas varias e inquietudes muchas

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