Artículo de Camilio Cantor incluido en el Tema-LAAAB ‘Experimentar [en/con/a través de] las instituciones’.
“No dos, somos más…”
Alejandro Araque
Las instituciones[1] culturales se han visto como espacios impenetrables, edificaciones aisladas de los problemas y de las acciones sociales, espacios burocráticos habitados por una suerte de “robots” insensibles que quieren sacar provecho o poner trabas a todo, espacios con otras prioridades alejadas de la creatividad o, como las define Lacaze Duthiers en su libro Arte y Autoridad: “La institución, se sitúa inevitablemente en contra del arte, entendido éste como la siempre cambiante práctica de la creación y como el lugar de producción de subjetividades. Las estructuras de vigilancia y de control en las cuales se sostiene la autoridad son antinómicas al contexto de libertad necesario para la investigación y el desarrollo artístico. Es en esta relación contra natura que se debaten los centros de arte y las instituciones culturales.”
En la actualidad este concepto de institucionalidad ha cambiado, se ha transformado y hace más evidente el concepto de procomún, los límites de lo público y privado se desvanecen o al menos se hacen más flexibles con el paso del tiempo, dando paso a procesos de carácter colectivo y común, donde las institución se relaciona de manera diferentes con los ciudadanos y colectivos fomentando así la producción de relatos e identidades compartidas.
Pedro Soler, en su texto Las grietas[2] apunta los siguiente, refiriéndose a la transformación de los centros de arte y su apuesta para ser nodos para la experimentación y la construcción colectiva : “Los centros de arte tienen la potencialidad de ser a la vez fábricas de creación y lugares de exposición, no solo mostrando exposiciones sino apoyando y promocionando activamente a los artistas y sus producciones. Un lugar de encuentro, un lugar de trabajo, de producción e investigación además de exposición y divulgación, donde todos los elementos se mezclan y se nutren. Enfocando la energía y el uso de recursos dinero para los creadores, proyectos donde se cruzan artistas locales y de otros lugares. Se genera obra, acciones y exposiciones desde este magma, mezclándose con los múltiples flujos de la sociedad y de la creación. Proyectos que combinan investigación, experimentación y difusión“.
Manga libre es un proyecto de recuperación y okupación en el barrio Buenos Aires de la comuna 8 de Medellín, ubicado en la zona centro de la ciudad y actualmente un territorio que sufre procesos de gentrificación, este proyecto propone convertir un terreno abandonado en un lugar de encuentro barrial, transformación urbana, y escenario formativo en el espacio público donde se desarrollan actividades que van desde talleres, conversatorios, conciertos, proyecciones y la construcción de una huerta comunitaria, entre otras. Este proceso, aunque liderado por dos colectivos de la ciudad Platohedro[3] y Proyecto nn, ha sido desde su inicio el resultado de esfuerzos colectivos de vecinos, colectivos, personas, artistas, instituciones (de todo tipo), que han encontrado en la Manga una excusa y un pretexto para pensar y hacer. Cada aporte puede ser permanente, azaroso, efímero o desde roles mucho más específicos, que van desde la construcción, la financiación, la activación o hasta la complicidad de permitir el crecimiento del lugar.
En la periferia de la localidad de Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, se encuentra Potosí, un barrio que empezó en la década de los ochenta con un crecimiento informal, entre suelo urbano y rural, y hoy en día es la sede de la primera sala de cine comunitario de la ciudad: La Potocine.
Este proyecto liderado por Ojo al Sancocho[4], colectivo audiovisual que por más de 10 años hecho el cine una herramienta para el fortalecimiento social, cultural, ambiental, económico y educativo del lugar y con el acompañamiento metodológico y de diseño del colectivo Arquitectura Expandida, el “Instituto cerros del sur” y la complicidad de colectivos, habitantes y diferentes organizaciones que trabajaron durante más de cinco meses para construir este espacio de cine no comercial y de gestión colectiva de la ciudad.
Así estas “utopías urbanas”[5] nos permiten entender los procesos de gestión colaborativa, que Jaron Rowan define como, “modelo en el que la ciudadanía asume parte de la gestión, siempre bajo el mandato de lo público, y que parece ser un primer paso hacia la cesión de equipamientos públicos a grupos de ciudadanos/as dispuestos a asumir la responsabilidad y el trabajo que supone mantener en funcionamiento una infraestructura cultural.”[6]
Manga libre y La Potocine son entonces un ejemplo de procesos de la nueva institucionalidad del procomún, proponiendo acciones de construcción colectiva, gestión colaborativa y gestión comunitaria[7] ,en donde el espacio, los equipamientos, y los esfuerzos son bienes comunes que pertenecen a la ciudadanía en la medida que se comprometen con su gestión, en donde lo público y privado se diluyen y el reto es mantener entre tod+s lo que denominamos común.
Camilo Cantor
Coordinador Exploratorio – Taller Público de experimentación
Parque Explora
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NOTAS:
[1] Organismo público o privado creado para desempeñar una determinada labor cultural, científica, política o social.
[2] http://root.ps/textes/grietas.pdf
[3] Plataforma creativa que desde 2004 se dedica a la creación y experimentación artística, la investigación permanente de la cultura libre y la auto-formación. Estos procesos se guían por la búsqueda del bienestar común para todas/os basada en la filosofía del Buen Vivir y el Buen Conocer.
[4] https://www.ojoalsancocho.org
[5] http://platohedro.org/manga-libre/
[6] Jaron Rowan. (2016) Cultura libre de estado, España. Ed. Traficantes de Sueños
[7] Se parte del presupuesto de que los equipamientos y servicios son bienes comunes de la población, no recursos de la administración
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