Los laboratorios de innovación pública como instrumentos híbridos para transformar la administración pública ya son una realidad a nivel internacional. Ahora bien, existen diferentes enfoques, metodologías y tipologías para desarrollar su labor. Desde NovaGob.Lab hemos identificado los Living Labs (LL) como espacios potencialmente útiles para facilitar la gobernanza participativa en las instituciones porque permiten la experimentación en políticas públicas empleando metodología de “vida real” o simulación. En este artículo analizaremos cómo trabajan los Living Labs y cómo pueden ayudar a tomar decisiones públicas de una manera más abierta y colectiva.

¿QUÉ SON LOS LIVING LABS?

Cada vez existe una mayor concienciación sobre la importancia de incluir a la ciudadanía en los procesos de transformación social. Derivado de esta necesidad empezaron a surgir espacios y metodologías especialmente creadas para incluir las múltiples perspectivas (ciudadanía, colectivos sociales, sector privado, academia, grupos de interés, administraciones públicas, etc) que enriquecen los procesos de innovación pública. Para poder gestionar y dar dirección a esta creatividad se desarrollaron diferentes tipologías de laboratorios enfocados a innovar en el ámbito de las políticas públicas. Así, surgieron los Laboratorios de Gobierno (MindLab en Dinamarca, BIT en el Reino Unido o NovaGob.Lab en España), los Laboratorios ciudadanos (MediaLab Prado, LabInn Granada o CitiLab de Cornellà) o los Living Labs (LL). Aquí nos centraremos en éstos últimos, definidos como  “entornos de innovación abierta en contextos de vida real, en los que la innovación impulsada por el usuario está totalmente integrada dentro del proceso de co-creación de nuevos servicios, productos e infraestructuras sociales” (Comisión Europea, 2008). Por lo tanto, los LL pueden ser espacios adecuados para integrar los procesos de participación dentro del ciclo de las políticas públicas.

El desarrollo de estos espacios para la innovación parece imparable. La Asociación Europea de Living Labs (ENoLL) se compone por más de 150 laboratorios en los ámbitos más variados. Lo que en un principio surgió desde la empresa privada, como una metodología que incluía a los usuarios finales en las fases de testeo, validación y realización de prototipos, ha ido ampliándose y diversificando sus objetivos hasta llegar a la administración pública en diversos ámbitos de gestión. De hecho, paralelamente a los Living Labs surgieron los Laboratorios de Gobierno para la innovación pública (GobLabs). En ellos, el objeto de la innovación es la propia administración pública y su necesidad de, por una parte, mejorar los procesos, servicios y estructuras dentro del Sector público, y por la otra, aumentar su legitimación ante la ciudadanía. La gran diferencia entre los GobLabs y los Living Labs es que los primeros están protagonizados por aquellos empleados públicos que destacan por su expertise y su capacidad innovadora, mientras que en los Living Labs son las personas usuarias los que comparten sus experiencias de uso y sugerencias para generar implementaciones (Rojas-Martín, 2017). Sin embargo, los objetivos de ambos son comunes; desarrollar estrategias de innovación a través de la participación.

Tal y como asegura Castoriadis (1983) la historia no es la reproducción de lo mismo, sino el surgimiento de formas nuevas que no están inscritas ni son deducibles de las condiciones presentes. Para dar cuenta de estas transformaciones creó el concepto de novedades radicales que describe de la siguiente manera: “A partir del momento en el que el pensamiento es pensamiento de algo, resurge el contenido, no sólo de lo que está por pensar, sino de aquello por lo que es pensado” (Castoriadis, 1983:24). Concluye que la creación histórica no se puede deducir de las condiciones de su surgimiento ya que unas mismas causas no conllevan, necesariamente, los mismos efectos. Es por ello que el ser humano posee la habilidad de dar respuestas innovadoras ante los desafíos y cambios; e incluso es capaz de crear situaciones nuevas. Aplicado al ámbito de la participación ciudadana, debemos pensar que no podemos repetir lo que no ha funcionado. Precisamos de una mirada innovadora.

Uno de los principales retos a los que se enfrenta la sociedad es la de generar metodologías y espacios para gestionar y orientar esta capacidad transformadora. En este sentido los LL empiezan a tener un amplio calado en las publicaciones internacionales y se les considera como herramientas óptimas para la innovación abierta (Nyström et al., 2014). Estos “laboratorios vivientes” se presentan como un espacio en el que, de forma colaborativa, se experimenta a través de la integración de procesos de investigación, metodologías participativas y de la reproducción, a través de simulaciones, de los escenarios posibles en los contextos y con los usuarios reales en los que se van a aplicar los cambios disruptivos. La gran ventaja de este sistema reside en que, al tratarse de un proceso controlado y de conocimiento acumulado, los LL minimizan las consecuencias no queridas de la acción (Merton, 1936), los riesgos propios de la experimentación en laboratorios (Tang y Hämäläinen, 2014) y lo que (Ballon et al., 2005) identificaron como los tres errores del sistema de innovación:

  1. La interacción inadecuada entre los actores que participan en el proceso: Los Living Labs se construyen a partir del involucramiento de múltiples actores (sector privado, academia, instituciones públicas, grupos de interés y usuarios finales). A pesar de la existencia de roles dentro de la organización (Nyström et al., 2014), los usuarios pueden ser tanto como sujetos como objetos del desarrollo y actúan como co-creadores
  2. La falta de una institución adecuada donde el proceso de innovación tenga lugar: Los Living Labs suelen ser multidisciplinares, funcionan de una forma semi-abierta y se relacionan con otros centros de investigación.
  3. Tratan de superar la tendencia a basar la innovación en la evolución de la tecnología ya conocida, no en la disrupción: La posibilidad de experimentar y de conformar ciclos de innovación (Rojas-Martín, 2017) amplían las posibilidades de romper con los paradigmas de innovación existentes.

En definitiva, los Ll son espacios propicios para la creación que pueden facilitar innovaciones en los procesos de gobernanza participativa. La aplicación de estas lógicas en la administración pública puede generar transformaciones, tanto en la sociedad civil como en la administración, generar valor público en las instituciones y transformar las rutinas y servicios por otros más eficientes, transparentes y colaborativos.

LA SIMULACIÓN COMO METODOLOGÍA PARA LA PARTICIPACIÓN

Adquirir soluciones innovadoras no es fácil, uno de los principales problemas que se presentan (Osborne y Brown,2011) consisten en que, por un lado, la innovación se confunde con modernización o mejora, y por el otro porque existe la creencia de que toda innovación conlleva cambios positivos.  En este sentido, hay que tener en cuenta que riesgo y creatividad están íntimamente interrelacionados. La gran ventaja de los LL es que constituyen un espacio de trabajo donde el fracaso está permitido y tiene como punto elemental el aprendizaje, entendido como un proceso continuo y acumulativo.

La posibilidad de simular escenarios reales, esto es, reproducir de manera artificial un desafío de la sociedad para poder experimentar soluciones de manera controlada, permite anticipar las respuestas a variables complejas e interrelacionadas y hallar conclusiones de forma más eficiente.

Para ello es preciso que el sistema de simulación se desarrolle en varias etapas:

  1. primero se construyen modelos causales complejos (ej. si el desafío es la incrementar que la población participe -variable dependiente- debemos aplicar diversas posibles soluciones -variables independientes- como la formación, la tecnología, la autogestión, etc.).
  2. luego se añade la retroalimentación (feedbacks) e interacciones entre las variables
  3. y así se pueden simular escenarios que estimulen diferentes respuestas en el sistema.

La experimentación a través de la simulación puede ser considerada como un espacio participativo para testar nuevas ideas. Permite la interacción con los usuarios, la creación de redes y facilita la incorporación de nuevas ideas al imaginario colectivo. La aplicación de la simulación en la gestión pública posee, además beneficios propios.

El principal valor que aportan la simulación que facilita una mejor visión de los proyectos a largo o medio plazo puesto que a menudo las políticas se piensan a demasiado a corto plazo (Osimo, 2010). Permite la toma de decisiones de forma más eficiente, evitando el gasto público innecesario y anticipando los efectos causales. Supone un cambio en los paradigmas existentes en el sector público ya que enfatiza los beneficios de la apertura y la colaboración en el proceso de formulación de políticas públicas y tiene la capacidad de atraer a la agenda política ideas nuevas y rompedoras. Además, supone la creación de un ciclo de innovación que puede ser constantemente alimentado y reconfigurado para seguir generando nuevas ideas.

A pesar de todas estas ventajas, hay que subrayar que el uso de simulaciones también puede entrañar riesgos. El diseño de las simulaciones parte de modelos imaginados y simplificados. Si la hipótesis de inicio es imperfecta puede llevar a errores de configuración o de análisis.  Algunas voces como la de Paul Starr (1994) alertan cómo el uso de las simulaciones puede llegar a delegar el poder de la interpretación y la implementación de las posibles soluciones en quienes definen los modelos y generan las predicciones. Para evitar este tipo de situaciones, se propone democratizar los modelos y hacerlos más accesibles. Es por ello que la transparencia, la apertura y la democratización de los procesos es la mejor herramienta para evitar las manipulaciones o las predicciones tendenciosas.

CONCLUSIONES

Si bien, hace algún tiempo conceptos tales como presupuestos participativos, democracia digital, redes de co-creación o testeo ciudadano eran meras quimeras, hoy en día son ideas que resuenan con fuerza en el imaginario colectivo y constituyen un horizonte para avanzar en la gobernanza participativa de las instituciones públicas.

Los LL se presentan como espacios abiertos para la participación, la colaboración, la  co-creación y para experimentar en los contextos de la vida real. Sin embargo, su gran éxito ha consistido en su capacidad para adaptarse a diferentes medios y generar un espacio híbrido de participación en el que la sociedad civil, la administración pública y los grupos de interés puedan colaborar y encontrar soluciones innovadoras para gestionar cambios y transformaciones.

Los más interesante de los Living Labs es que en la actualidad se encuentran en proceso de mejora; aún estamos en fase de experimentación, perfeccionamiento metodológico, acumulación de aprendizajes e implantación. Todavía no somos conscientes de todos los progresos sociales que se pueden obtener a través de sus mecanismos, pero su relevancia creciente a nivel internacional nos hace pensar que constituyen herramientas útiles que merece la pena desarrollar.

 

Francisco Rojas Martín, Loredana Stan y Débora Quiroga Terreros
NovaGob.Lab y Red InnoLabs

 

  • Mostrar comentarios (1)

  • jose Nicolas Gomez

    En definitiva los laboratorios LL, se constituyen como un espacio adecuado para dar rienda suelta a la innovación, mitigando los riesgos propios del cambio y recreando posibles escenarios de fracaso. Esto resulta en muchas líneas, cercano a los exitosos procedimientos de “focus grup” utilizado para establecer estrategias en el mundo de los negocios.

    Considero, que la herramienta resulta aun más útil, si consideramos encaminarla dentro de los nuevos esquemas de gobernanza pública y si su piedra angular es revisar la experiencia desde el usuario (ciudadano) sin lugar a dudas, permitirá observar soluciones a problemas cotidianos con mayor agudeza y eficacia, pues nadie sabe solucionar una necesidad más que quien la padece a diario.

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