ABORDAR LA PANDEMIA CON PERSPECTIVA DE GÉNERO, CUIDADOS Y COMUNIDAD.
“- ¿Qué nos queda, entonces?¿El aislamiento y la desesperación?
– ¿Estás renegando de la fraternidad, Shevek?- gritó la muchacha alta.
– No…no, no reniego. Estoy tratando de decir lo que a mi entender es realmente la fraternidad. Empieza…empieza con el dolor compartido.
– ¿Y dónde termina, entonces?
– No lo sé. Todavía no lo sé.”
(Los desposeídos: Ursula K. Le Guin)
A principios de marzo de 2020 la prestigiosa revista The Lancet ya planteaba el impacto de género de la Covid-19 (1) cuando, parecía, apenas había llegado a este lado del mundo: “Las políticas y los esfuerzos de salud pública no han abordado los impactos de género de los brotes de enfermedades. La respuesta a la enfermedad por Covid19 no parece diferente”. Nueve meses después podemos analizar algunas de las consecuencias de esta pandemia.
Durante este 2020 se ha hablado mucho de la “crisis sanitaria” generada por Covid19. Nadie puede negar que esta exista, pero sí se puede concebir, tal y como explican Pedro Gullón y Javier Padilla en su libro Epidemiocracia, en interrelación y suma con las otras crisis ya presentes en nuestra sociedad: de cuidados, socioeconómica, ecológica…en lo que han llamado crisis matrioshkas. Esto está generando una situación de emergencia social, un dolor en nuestra sociedad al que corresponden sentimientos de malestar generalizados, pero que afecta de forma desigual a diferentes sectores de la población y que se traduce en un plus a todo lo desatendido previamente.
Un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) señala que los brotes de enfermedad afectan a hombres y mujeres de manera diferente, y que las pandemias empeoran las desigualdades a las que ya se enfrentan mujeres y niñas. La experiencia de brotes pasados muestra “la importancia de incorporar un análisis de género en los esfuerzos de preparación y respuesta para mejorar la efectividad de las intervenciones de salud y promover las metas de equidad de género y salud en las comunidades, y para crear políticas e intervenciones efectivas y equitativas”. Esta pandemia y las crisis derivadas necesitan ser abordadas teniendo en cuenta el enfoque de género (2). La misma Organización Mundial de la Salud (WHO/OMS) insta a los países a adoptar políticas que aborden las causas subyacentes de las desigualdades entre hombres y mujeres.(3)
Estas recomendaciones de organismos internacionales se basan en algunas situaciones resumidas a continuación:
Los llamados trabajos esenciales durante la pandemia son desarrollados en gran parte por mujeres. Constituimos más del 70% de las trabajadoras del sistema sanitario y social (4), somos mayoría en sectores de alimentación, comercio, limpieza, atención en residencias…Tanto en los trabajos formales (salud, limpieza, trabajo social y sector servicios, entre otros) como en los informales (tareas domésticas y cuidados de personas dependientes), la responsabilidad recae mayoritariamente en las mujeres. Estas desigualdades de género en los cuidados se traducen en un mayor riesgo de las mujeres al contagio en la actual situación epidémica. Ellas están más cerca de las personas con la enfermedad, y asumen con mayor frecuencia tareas domésticas que entrañan mayor exposición al virus: lavado de utensilios, de ropa, limpieza de superficies… Con todo ello, la exposición a la infección vuelve a recaer especialmente en las mujeres. (5,6)
A las dobles y triples jornadas, se suma, pues, el riesgo al contagio, más en aquellas mujeres con condiciones de vida más precarizadas (7). La Covid19 ha dejado en evidencia la falta de protección a las trabajadoras del hogar, muchas de las cuales han sido despedidas y presentan muchas dificultades para cobrar el subsidio especial que de forma extraordinaria puso en marcha el gobierno estatal. Los y las trabajadoras del campo no sólo han sido uno de los colectivos que más contagios han sufrido, en relación a las condiciones en las que malviven, sino que además sufren la estigmatización de ser señalados como “causantes de los brotes” de los municipios a los que llegan a trabajar.
Confinamientos, restricciones y otras medidas de protección frente a la epidemia han supuesto un incremento en los niveles de desempleo. Según el Observatorio de Igualdad y Empleo, la crisis sanitaria ha generado un impacto económico y laboral en la sociedad, agravando las brechas de género y desigualdades a las que se enfrentan las mujeres. En sus informes concluyen que, incluyendo datos desagregados por sexo, en todos los rangos de edad, la tasa de paro de las mujeres supera la tasa de paro de los hombres, sobre todo en las más jóvenes.
Respecto a la juventud, hemos visto cómo han quedado relegadas de muchas de las decisiones tomadas. Han tenido que adaptarse junto al profesorado a una educación en su mayoría virtual, con todas las dificultades asociadas (y que, por cierto, hay que agradecer el esfuerzo y lo bien que se está haciendo en relación a la epidemia); han sufrido el cierre de Casas de Juventud y otros espacios de educación no formal; se han visto limitadas actividades grupales y deportivas y han sido foco de críticas a nivel mediático como otro “foco de infección”. En el estudio ”Jóvenes en pleno desarrollo y en plena pandemia”, sin embargo, los y las jóvenes se muestran preocupadas por contagiar y saben que la pandemia les golpeará. Ellas se muestran más precavidas y pesimistas.
En 2020, según Feminicidio.net se han producido 81 feminicidios en España (a fecha 10/12/2020). Está estudiado cómo durante una crisis, las mujeres y niñas pueden encontrarse en mayor riesgo de sufrir violencia de género dentro del hogar. Para muchas mujeres, niñas y niños el hogar es el lugar más peligroso para quedarse. Las medidas de prevención y de mitigación de la propagación de la COVID-19 han obligado a las víctimas que convivían con los agresores a pasar largos períodos de tiempo con posibilidades más restringidas de salir de sus hogares o de buscar ayuda social o institucional (8). Hasta octubre de 2020 se produjeron 4272 llamadas a la línea 900 de Atención a la violencia del Instituto Aragonés de la Mujer, con un pico en el mes de mayo, lo que supone un incremento de 636 llamadas respecto al mismo periodo del año 2019.
El informe de la UFNPA anteriormente mencionado establece que, además, la salud y los derechos sexuales y reproductivos son un aspecto significativo de la salud pública que requiere gran atención durante las pandemias. Los embarazos y partos seguros dependen de sistemas sanitarios funcionales y de una adherencia estricta a la prevención de infecciones.
En un reciente artículo publicado en el British Medical Journal sobre el impacto en la salud mental del confinamiento en España, se ha observado su relación con el género, la edad y las condiciones socioeconómicas. Mujeres y jóvenes han tenido peores resultados en salud mental durante el encierro. La peor salud mental estaba relacionada con el miedo a la infección, la economía debilitada y unas condiciones de la vivienda percibidas como inadecuadas para hacer frente al encierro. No podemos olvidar que existen colectivos de mujeres que pueden estar sufriendo más por encontrarse institucionalizadas: ancianas en residencias, presas, mujeres con diversidad funcional.
Todas estas cuestiones requieren que, para una adecuada “salida de la crisis”- usando una vez más estos términos con los que se llenan intervenciones políticas y mesas de debate- la perspectiva de género sea fundamental para reducir las inequidades en salud. La Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las mujeres (ONU Mujeres) anima a los gobiernos a tomar cinco medidas específicas:
- Garantizar la disponibilidad de productos de higiene menstrual como parte del equipo de protección de sanitarias y personal de residencias;
- Garantizar la atención a mujeres en situación de violencia;
- Incluir en los paquetes de rescate y estímulo financieros medidas de protección social que reflejen la comprensión de las circunstancias especiales de las mujeres y el reconocimiento de la economía del cuidado;
- Incluir a las mujeres en la toma de decisiones respecto de las iniciativas de respuesta y la recuperación; y
- Prestar atención a lo que ocurre en los hogares y dar apoyo para lograr un reparto equitativo de la carga de cuidados entre hombres y mujeres.
Como sociedad, además de dolernos juntas debemos visibilizar todas estas desigualdades como primer paso para construir una nueva realidad en la que todas estemos a salvo. Esto va a requerir de organización y ya son muchos pequeños pasos los que se van dando. Como dice Yayo Herrero, es necesario plantear unas nuevas políticas sociales y económicas más próximas a lo sociocomunitario, que pongan la vida en el centro. Parafraseando a las buenas gentes del PACAP (Programa de Actividades Comunitarias en Atención Primaria) hace falta la comunidad entera para salir de esta pandemia (9).
Patricia Escartín Lasierra, médica de Familia y Comunitaria
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