Autoras: Diana Martín Armendariz y Daria Wencel
Las mujeres estamos muy presentes dentro de las entidades de economía social y solidaria en España, de hecho, somos su principal fuerza laboral. No es coincidencia que el sector sea un destino profesional tan atractivo, pues los valores que representa van a la par con lo que solemos priorizar las mujeres cuando trabajamos. Ni tampoco es casualidad la forma que ha ido cobrando el sector hasta el día de hoy, ya que la predominante presencia femenina lo ha ido esculpiendo poco a poco, año tras año, a su manera. El impacto de nuestras actividades es cada vez más notorio, logrando cambios muy positivos para nuestra sociedad.
El reciente estudio llevado a cabo por REAS Red de Redes desveló una serie de interesantes detalles relacionados con la presencia y actividad femenina en el ámbito laboral de las economías alternativas. Te contamos los principales hallazgos de este estudio.
Para ubicarnos contextualmente, es importante empezar por señalar que la economía social y solidaria envuelve a las mujeres con condiciones laborales significativamente más igualitarias y un clima laboral mucho más considerado y respetuoso que el que hay dentro de la economía convencional (según los resultados de la campaña de la Auditoría Social 2020). Aunque no todo el trabajo esté hecho todavía y se sabe que existe cierto margen de mejora, es una gran noticia y motivo de orgullo para el sector. Los aspectos tan relevantes desde el punto de vista feminista, como el uso del lenguaje inclusivo, la mejora de las condiciones para la conciliación de la vida familiar y la vida laboral, y la creación de espacios de atención emocional y cuidados, son medidas que aplican cerca del ochenta por ciento de las entidades de la Red. Pero no sólo se trata del mero hecho de lograr una mayor igualdad de género. Alcanzarla podría traducirse en múltiples beneficios para el ámbito, entre ellos el económico, y permitir aprovechar al máximo el capital humano del que dispone.
¿Cómo somos las mujeres que emprendemos, trabajamos, lideramos y colaboramos en las entidades de economía social y solidaria? ¿Qué competencias tenemos? ¿Cuáles son nuestros puntos fuertes y cuáles las áreas de mejora? Tratándose de un colectivo repartido en todo el territorio nacional que opera dentro de diversos ámbitos, que está compuesto por decenas de sectores y cientos de entidades, se podrían generar un sinfín de respuestas. No obstante, sí es cierto que tenemos algunos rasgos comunes y que estas características generales componen nuestro perfil: tenemos entre 30 y 50 años y llevamos más de 4 años vinculadas con la economía social y solidaria. Somos trabajadoras polifacéticas e inquietas, tenemos un gran compromiso por la mejora de la comunidad y el cuidado del medio ambiente, nos preocupamos por cuidarnos a nosotras y a las que nos rodean. En términos socioeconómicos y culturales nuestro perfil no resulta todavía demasiado heterogéneo y esta situación conlleva algunas consecuencias para el sector. El hecho de que nuestro nivel de estudios sea principalmente alto causa el carácter “intangible” de nuestros proyectos. A raíz de esta condición, entre otras, se genera el hueco sectorial y la discontinuidad de la cadena de producción presentes en la actualidad en la economía social y solidaria. Resolver este reto puede traer grandes provechos para el sector, tales como, diversificar la oferta de sus productos y servicios, cerrar la cadena de producción internamente, incorporar nuevos perfiles competenciales e innovar.
Las mujeres nos consideramos competentes en términos de habilidades y actitudes “blandas” (manejo de situaciones y relaciones), sobre todo en las que tienen que ver con el trabajo con y entre personas, y en red. Fortalecer estas competencias interpersonales y emocionales se considera importante para potenciar y transformar el ecosistema laboral de la economía social y solidaria, y seguir trabajándolas siempre entra en nuestra agenda. Algo parecido ocurre con las competencias “duras” (conocimientos técnicos), pero requiere un apunte. No cabe duda de que formar en ellas es primordial para seguir creciendo, pero solamente tiene cabida un enfoque que esté de acuerdo con los valores y principios de nuestro muy particular entorno, que entienda los fines que persigue y que se adapte a sus singulares necesidades. En cualquier caso, si de las competencias técnicas se trata y sobre todo en las áreas no vocacionales, no nos percibimos demasiado fuertes.
Siendo la equidad uno de sus principales valores, el ecosistema de la economía social y solidaria debe esforzarse para que el reparto de oportunidades sea todavía más justo. Una de sus áreas de mejora es fomentar la participación de las mujeres en las actividades relacionadas con la toma de decisiones estratégicas y presencia en cargos societarios o políticos, dos cuestiones que hoy en día no quedan resueltas de la manera que nos gustaría. Para ello, es necesario fomentar la coexistencia más proporcionada y consonancia de diferentes estilos de liderazgo, visibilizando las cualidades del liderazgo femenino, fortaleciendo las competencias a través de la formación, implementando estrategias específicas y transformándose desde sus estructuras. Las mujeres tienen su propio estilo de liderazgo: cooperan, cuidan, democratizan y humanizan los procesos. Simultáneamente, cierran los círculos atendiendo los aspectos empresariales cuya importancia reconocen y gestionando situaciones complejas si es preciso. Todo ello siempre acorde con los principios de la ESS, los que nunca pierden de vista, siempre buscando el punto de equilibrio entre los valores y los aspectos empresariales. El liderazgo femenino no tiene entre sus objetivos prioritarios la visibilidad, por lo que frecuentemente permanece en la sombra.
Esto se puede lograr tratando el tema de manera holística, diseñando formaciones que directa e indirectamente contribuyan a cubrir esta necesidad. Es interesante poder concluir que existen retos en la formación porque se deben encontrar las fórmulas para incrustarse en el trabajo de día a día de las personas, para ofrecer acompañamiento basado en continuidad y resolución de problemas reales, para que los conocimientos apliquen en la práctica, para proponer contenido hecho a medida y formatos no obsoletos, además de generar nuevos espacios para fomentar la adquisición de las competencias. Quienes den la formación tienen que entender los principios de la ESS y los contenidos tienen que ajustarse a estos valores. Además no podemos dejar a un lado la importancia de la formación transversal, que al igual que fortalece las competencias de las mujeres, para una mayor igualdad de género, también los hombres deben formarse. Aparte de adquirir las competencias características del estilo de liderazgo femenino, deben fortalecer las actitudes que apoyen lograr una mayor visibilidad de la labor de las mujeres; fomentar de forma proactiva y deliberada su participación.
Te invitamos a leer el estudio realizado y ver el video donde podrás encontrar una visión clara y bien explicada de los resultados más relevantes de este estudio. El estudio detalla y analiza las opiniones de las personas consultadas dentro de tres grandes bloques temáticos: diagnóstico competencial, perspectiva de género y formación. Cada uno de estos bloques fueron analizados de tres maneras distintas: primero, se realizaron entrevistas individuales en profundidad a mujeres líderes de la economía social y solidaria en España; segundo, se realizó un grupo focal en el que participaron mujeres que trabajan en la economía social y analizaron cada uno de los bloques temáticos, sacando conclusiones en conjunto; y, tercero, se realizaron cuestionarios anónimos a personas dentro de la red. Estas herramientas son las que nos ayudaron a tener una visión más amplia de cómo somos las mujeres que vivimos dentro de la economía social y cuáles son sus necesidades de formación más inmediatas para potenciar y visibilizar nuestro liderazgo.
Mostrar comentarios (0)