Entrevista a Idoia Saiz

Es maestra, educadora social y técnica en animación sociocultural. Lleva más de dos décadas inmersa en la adolescencia; no la suya, sino la de los y las vecinos/as de San José (Zaragoza). Concibe la educación como ese espacio seguro, de confianza y respeto basado en los cuidados. Cree firmemente en el trabajo comunitario y la participación social, tanto desde su labor profesional, como en la vida personal. Participa y ha participado, desde muy jovencita, en diferentes colectivos, comités, sindicatos y asociaciones de la ciudad.

Ahora está inmersa en varios retos: A nivel personal, en liberarse del síndrome de la impostora; y a nivel profesional, en un cambio que hará posible que trabaje con otras edades (Infancia) y en otro maravilloso y combativo barrio de su ciudad (Casco Histórico)

¿Dónde naciste?

Nací en Zaragoza en el año 1976.

¿De dónde te sientes?

Yo crecí en un ambiente muy vasco. Toda la familia de mi padre es de ascendencia vasca, de hecho, cuando yo era una adolescente, regresaron a Euskadi. Yo viví un tiempo allí y después volví a Zaragoza para estudiar. Siempre he tenido mis raíces vascas muy presentes en mi vida. Creo que soy muy vasca de cultura y de personalidad. Mi madre es de Calatorao y también tengo esa parte maña. Me siento vasca y aragonesa.

¿Dónde creciste? ¿Cómo recuerdas tu infancia?

Crecí hasta la adolescencia en Zaragoza, en una familia de clase obrera, de las que viven al día de su esfuerzo y su trabajo. Reivindico mi procedencia de clase obrera, porque considero que es una forma de vivir y una cultura que implica un posicionamiento concreto en la sociedad.

Yo era una niña muy tranquila, muy arropada por mi familia. Vivíamos con los abuelos y una tía, mis padres, mi hermano y yo. Era una vida muy familiar, muy tranquila.

Solíamos pasar los fines de semana en Calatorao y los veranos en Euskadi.

¿A qué colegio fuiste? ¿Qué recuerdos guardas del profesorado?

Estudié en el colegio público Miraflores. Lo que más recuerdo del colegio es que éramos mucha gente: 40 niños y niñas por aula y esa pequeña familia que formábamos… El profesorado era más rígido de lo que es ahora, pero recuerdo especialmente a algunos profesores que nos trataban con cariño, que nos transmitían con amor. A mí las matemáticas siempre se me dieron mal, pero tuve un profesor que me las explicó de tal manera, con paciencia, que por fin las entendí bien.

Pasé al instituto Miguel Servet, y de ahí a Euskadi, para continuar mi formación.

¿Qué hacías cuándo no estabas en el colegio?

Ir al parque, bajar a la plaza, jugar, estar con las amigas… Practicaba atletismo y algo de deporte. En aquella época se hacía mucha vida en la calle. De adolescente, encontré mi hueco y mi mundo en los movimientos sociales y plataformas estudiantiles. También me ha gustado siempre mucho la música y asistir a conciertos.

¿Qué estudiaste y por qué te decidiste por esa formación?

Yo tenía claro que mi vocación pasaba por dedicarme al ámbito social y comunitario. En primer lugar, estudié un módulo profesional de nivel 3 de animación sociocultural. Después me decanté por magisterio de educación especial. Enseguida encontré trabajo en el PIEE, y continué por este camino. Posteriormente me habilité como educadora social.

¿Recuerdas haber sentido dificultades o discriminaciones, por el hecho de ser niña?

Teniendo en cuenta que todavía vivimos en una sociedad patriarcal y que la desigualdad es transversal, evidentemente, percibí situaciones de este tipo. En el día a día, echaba en falta la ausencia de referentes femeninos. En esa época, era raro que una mujer saliera de su casa para incorporarse al trabajo remunerado. Desde mi entorno social, me sentí proyectada en un futuro como ama de casa, ocupándome de mis hijos y mi marido.

Y, cuando llegas a la edad adulta, conformas tu propia familia y tu círculo cercano…

Soy mamá de un adolescente y de una niña de 7 años. Con mi pareja y padre de mis dos hijas, intentamos sostener nuestro proyecto de familia de la mejor manera posible.

Una parte muy importante de mi vida es mi círculo de amistad, porque los siento como mi familia. Nuestra familia de sangre no es muy extensa y está algo dispersa; nos hemos rodeado siempre de buenísimas amistades, que han formado parte de esa familia de elección y esa red de apoyo mutuo.

¿Consideras que has tenido que hacer algunas renuncias, para alcanzar tu desarrollo profesional?

Yo me siento muy realizada con mi carrera profesional, pero este es un sector muy precarizado, con convenios salariales muy bajos… creo que todas las profesiones relacionadas con los cuidados se encuentran en una situación similar, de escasa dignificación profesional. Este tipo de profesiones suelen estar feminizadas y la brecha salarial es evidente.

Durante la pandemia de COVID-19, fuimos considerados como profesionales esenciales, pero luego la valoración tanto social como económica, deja mucho que desear.

Para mí la mayor renuncia ha sido elegir una profesión muy poco valorada a nivel institucional, política y económicamente. Si decides, como fue mi caso, tener descendencia, te ves abocada a las reducciones de jornada para cuidarlos, a las dificultades de conciliación.  Todas estas cuestiones han retrasado y dificultado considerablemente mi desarrollo profesional.

¿A qué dedicas tu tiempo libre?

Mis horarios profesionales son bastante complicados. Me dedico a la actividad sindical sin liberación, sigo participando en las asociaciones de vecinos del barrio, en el AMPA del cole… La verdad es que me queda poco tiempo libre; pero intento dedicarlo a hacer algo de deporte, leer es una actividad que me encanta…

Y, sobre todo, intento dedicarles el mayor tiempo posible a mis hijos y realizar actividades familiares. En verano me voy de vacaciones a Euskadi y al pueblo con mi madre, y aprovecho para descansar, relajarme y dedicarme tiempo para mí misma.

¿Cómo te sientes contigo misma? ¿Eres feliz?

Estoy muy satisfecha y muy agradecida por mi trabajo, y desempeñándolo me siento muy feliz. A la vez, tengo esa frustración, debida a la falta de reconocimiento de mi profesión, que te comentaba antes.

Y, echando la vista atrás, ¿qué le dirías a esa niña que fuiste?

Que la vida hay que vivirla. Me gusta mucho mi yo de ahora, y que todas las experiencias sirven para construirte como persona. Le diría que la vida es muy corta, que viva intensamente, que aprenda todo lo que pueda, y “que adelante con todo, tú puedes ser lo quieras ser; atrévete, coge una guitarra, una tabla de surf o un skate, que, aunque no veas a otras chicas hacerlo, sí puedes”.

También le aconsejaría que reflexionara y no se creyera todo lo que ve y oye, que desarrolle su propio pensamiento y que tuviera espíritu crítico.

¿Cómo te gustaría ser recordada?

Me gustaría que me recordara la que gente que quiero y que me quiere.

Ahora que me acaban de hacer un homenaje en el instituto por mis 23 años de dedicación, han dicho cosas muy bonitas de mí, que me han llegado al corazón; así que he experimentado un poco lo que es “ser recordada” y me siento agradecida y satisfecha.

Creo que me gustaría que me recordaran como una persona luchadora, inquieta, y muy crítica.

Para terminar la entrevista, me gustaría conocer tu opinión personal sobre la situación de la igualdad.

El mundo tiene que cambiar lo suficiente como para que ninguna niña se proyecte a futuro solamente como ama de casa y cuidadora; que las niñas entiendan que pueden tener su carrera profesional, su independencia económica… EL mundo tiene que cambiar lo suficiente para que ninguna niña sufra ningún tipo de violencia por el hecho ser niña.

Desde la perspectiva de la sociedad patriarcal en la que vivimos, estamos cambiando las cosas poquito a poco, pero aún queda mucho trabajo por hacer y muchas batallas por librar. La única opción es no reblar, continuar en la lucha, seguir visibilizando las situaciones de violencia y discriminación que sufrimos las mujeres, y pasar el testigo a las nuevas generaciones.

 

El proyecto Mujeres Aspasia se ha realizado gracias a las entrevistas realizadas por Sergio Aparicio Pérez, como parte de las prácticas realizadas en el LAAAB dentro del C.P. 3 de Promoción de la Igualdad Efectiva de mujeres y hombres gestionado por CEOE Aragón.

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  • Laboratorio para fomentar la participación ciudadana en el diseño de políticas públicas. El LAAAB es una herramienta de innovación democrática y un espacio de encuentro entre la administración y la sociedad civil, un lugar donde cooperar, reflexionar y experimentar junt=s sobre los desafíos comunes.

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