CECILIA GÜEMES hace la relatoría del Foro de Transparencia e Innovación Democrática celebrado en Zaragoza el 25, 26 y 27 de abril de 2018.
Epílogo de las Jornadas de Transparencia e Innovación Democrática
Dos interrogantes recorrieron el Foro de Transparencia e Innovación Democrática organizado por el Gobierno de Aragón en Zaragoza durante el 25, 26 y 27 de abril de 2018.
El primero fue qué significa la transparencia: qué obligaciones supone para la Administración Pública, cómo puede ejercitar la ciudadanía sus derechos a saber y el de acceso a la información, el rol que tienen los medios de comunicación en la mediación de esta relación, cómo debería presentarse la información para que sea reutilizable, entendible y permitiera a la ciudadanía vigilar, controlar y pedir cuentas.
Mariví Broto abría estas sesiones recordando que estamos en el Siglo XXI y queda ya muy atrás el “vuelva usted mañana”; hoy hay instrumentos, herramientas y una ciudadanía informada que quiere participar, y es importante que tenga información para co-decidir en contextos de gobernanza. Raúl Oliván articulaba varias preocupaciones preguntando por el sentido de la transparencia y sus efectos, y sobre cómo pasar de unas elites que saben cómo consultar datos e información en portales de transparencia a la gran mayoría de personas.
Jesús Colás sostenía que actualmente la transparencia no es sólo publicidad y debe suponer una transformación de la gestión, a lo que Julio Tejedor agregaba que la transparencia es gestionar en directo y nos presentaba la nueva herramienta del Gobierno de Aragón para seguimiento del plan de gobierno que resulta en una invitación a “pasen y vean lo que hacemos y lo que queda por hacer”. Ambos coincidían en que la transparencia, si quiere tener sentido y operatividad, debe incorporar nuevos significantes en pos de revitalizar la relación entre ciudadanos y gobiernos y cambiar dinámicas arraigadas. En esa misma línea, Koldobike Uriarte proponía a la transparencia como una oportunidad para cambiar una cultura de hacer y de trabajar de las Administraciones Públicas, un cambio sistémico que requiere empeño y evangelización; y focalizaba en la importancia de la coordinación entre organizaciones públicas para servir al ciudadano de forma eficaz. Aitana Mas completaba esta idea presentando dos experiencias del gobierno valenciano que buscaban quebrar dinámicas opacas y poco responsivas como son las auditorías de obras y contrataciones públicas y los cursos de verano donde los políticos responden presencialmente a lo que la ciudadanía quiera preguntar.
Joaquín Messeguer nos recordaba el para qué de la transparencia y focalizaba en la importancia de la comunicación clara que trascienda el “adjunto le remito a los efectos que proceda respecto del asunto de referencia”, y en la responsabilidad de la Administración, de diseñar formularios sencillos e intuitivos. Cerraba su conferencia precisando con ejemplos sobre qué es (y que no) información pública a la hora de ejercer el derecho a saber. Elisabet Samarra, en la misma línea, y en un panel de Comisionados de la Transparencia, nos leía respuestas administrativas a preguntas ciudadanas que, abusando en la cita de normas y usando un hermético lenguaje técnico, ni ella podía entender sin respirar varias veces. Sobre ello, remarcaba la importancia de: justificar las denegatorias, usar un lenguaje claro y accesible, y el deber que compete a los funcionarios de asistir a los ciudadanos a enfocar su petición. Manuel Medina nos recordaba que no solo los actores públicos son sujetos obligados por la Ley de Transparencia, también las entidades privadas que reciben fondos públicos importantes y es importante ir desarrollando una labor de difusión y sensibilización en el tema. María Jesús Fernández, inaugurando la sesión de buenas prácticas aragonesas, puntualizaba que la igualdad digital es difundir información en diferentes formatos adaptables a públicos heterogéneos. Marta de Miguel nos recordaba que, la mayoría de las veces, no hay intencionalidad de ocultar información sino un pasado de sentencias judiciales contradictorias que confunden y una cultura administrativa que cambiar. Por último, Eduardo Traíd subrayaba la urgencia de dar un paso adelante en los proceso de participación, combinar lo digital con lo presencial e integrar al ciudadano no organizado.
Por su parte, los periodistas de datos centraron su atención en los desafíos de acceso a la información pública: formatos no reutilizables, baja calidad de datos, falta de conexión de archivos, etc.; mientras que, los expertos en visualización de datos, presentaron herramientas a partir de las cuales trasmitir de modos amigables pero eficaces la información y hacer de ello un instrumento de cambio e incidencia social y política.
Ana Isabel Cordobés, nos contaba lo que los datos públicos pueden hacer por la sociedad revelando realidades y buscando cambiar situaciones. La periodista remarcaba la necesidad de que las Administraciones liberen información en bruto sin miedo y en formatos reutilizables. Karma Peiró rubricaba dichas demandas y agregaba que, desde los medios, no solo se puede generar noticias a partir de los datos, sino que se puede abrir al público los dataset, cosa que a veces no hace los gobiernos de ayuntamientos. Karma cerraba su intervención preguntándose qué de toda esta información realmente llega a la ciudadanía si esta no está capacitada para saltar obstáculos. Antonio Delgado de Datadista, arrancaba distinguiendo el periodismo con datos (información con datos) del periodismo de datos, donde se exprime una cantidad enorme de datos en busca de patrones, tendencias y conexiones entre números a partir de correlaciones para socializar y democratizar esa información. No importa tanto la cantidad de datos que se publican sino la calidad del dato y en formatos (no en pdf) que no permiten reutilización. Por último, Mariana Niembro de Borde Político (México) nos recordaba cómo una ley de transparencia puede ser perfecta en su hechura pero incapaz de cambiar la realidad si no se aplica. Destacaba también el peligro de que ciertas organizaciones muestren datos que no dicen nada ni sirven para rendir cuentas. También importante, subrayaba el papel de los actores de cambio en las instituciones, de aquellas personas que dentro de las organizaciones buscan transformar y mejorar día a día su mundo contagiando al resto y en la importancia de alentarlos.
Fermín Serrano, iniciaba el panel de visualización de datos describiendo como la aplicación de la ciencia social de datos a un fenómeno social y su correcta contextualización permiten sensibilizar la ciudadanía sobre temas de interés político y social. La sonificación y esculturización de datos, se mostraban como innovaciones destacables. A continuación, Pablo Aragón, nos presentaba el trabajo de Decidim Barcelona, cómo el mismo aportaba a la innovación democrática y buscaba dar respuesta a la participación ciudadana. También exhibía cómo las propuestas que llegaban allí se transformaban logrando incidir social y políticamente, y cómo a partir de Decidim y Meta Decidim se trascendía la visualización de datos, favoreciendo de rendición de cuentas y apertura al co-diseño. Patricia Gonsálvez directora del PAÍS__LAB, nos refería como contar historias con una filosofía nativa digitalmente, enfrentándose al dilema de mostrar datos de formas efectivas y no sólo visuales que puedan leerse bien en teléfonos inteligentes (Smartphone). Gilverto Vieira de DataLabe (Brasil) nos especificaba las dificultades extras que existen en Latinoamérica para ejercitar el derecho de acceso a datos. En su intervención narró cómo a partir de visualizar la realidad de las favelas, espacios olvidados y mal vistos, se buscaba transformar esa realidad. Las casas de parto humanizado, era una política pública a partir de datos que salen de visualización y revierten y buscan remediar esa realidad social socializada. Miguel Ángel Gavilanes de Civio, cerraba la jornada con una magnifica presentación donde se incidía en cómo las personas no consumen hechos, consumen historias, por ello hace falta analizar y procesar los datos.
El segundo de los asuntos que aparece como trasfondo de lo anterior y lo lanzaba Raúl Oliván a partir de la pregunta: ¿sirve la transparencia para combatir el descredito institucional, la desafección ciudadana, la postverdad y la demagogia? Cuestiones a las que otros ponentes sumaban la preocupación por la legitimidad democrática (Joaquín Messeguer) el prestigio reputacional (Jesús Colás).
Todos estos problemas remiten a la confianza dañada o perdida de la ciudadanía en las instituciones públicas. La confianza se suele definir como una expectativa positiva sobre el comportamiento del otro que tiene un componente racional (juicio basado en un análisis y procesamiento de información y señales del entorno), otro emocional (afectivo y vinculado con el orgullo o rechazo que genera una organización y con la justicia y equidad de los procedimientos que sigue) y otro social (asociado a la opinión mayoritaria del grupo de pertenencia y a la historia de rutinas establecidas). Dada la complejidad de la materia, existen serias dificultades para descubrir qué porcentaje de nuestra confianza es racional, cual emocional y cual social; las proporciones varían en cada sujeto y según su propia historia vital. Por ello, las respuestas deben ser integrales y abarcar los tres componentes.
La transparencia puede aportar a las tres dimensiones. Publicar información sobre lo que el gobierno hace y lo que queda por hacer, sincerando su desempeño, sin lugar a dudas, conduce a que los individuos controlen y exijan mejores resultados a la vez que hace que los gobiernos se pongan las pilas para alcanzar estas demandas. Si ese círculo virtuoso se activa, es esperable aumente la confianza en la institución en tanto se mejora la eficacia de sus bienes y servicios, así como de sus procedimientos. Si la dinámica virtuosa es continuada y evoluciona con el tiempo, es también previsible que los ciudadanos se sientan orgullosos de la conducta y buen hacer de las instituciones y vayan alterando sus prejuicios o visiones negativas sobre la institución y, el cambio progresivo de unos cuantos vaya irradiando en los imaginarios colectivos y cambiando la ecuación de la desconfianza a la confianza.
En otras palabras, y cómo sostenía Raúl Olivan al inicio del foro: la transparencia no es todo, pero sin la transparencia no hay nada. La transparencia puede ser muy transformadora, preventiva y disuasoria. De modo que la transparencia es necesaria para el desarrollo de la confianza pero no es condición suficiente, especialmente si no es capaz de reconducir bajos rendimientos estatales, eliminar la corrupción y los favoritismo y logra ser una constante en el tiempo.
Como sugería el presidente de la Comunidad de Aragón, Javier Lambán: la democracia no es algo inmanente y perenne, debe cultivarse y renovarse para que sea capaz de garantizar aquellos derechos que consagran nuestras constituciones y mejorar la vida de las personas.
La complejidad y dificultad que entraña cambiar la cultura social y administrativa y hacer de la transparencia un nuevo paradigma, suele generar paralización y desánimo, cualquier esfuerzo sabe a poco, limitado o marginal, sin embargo, los círculos viciosos deben romperse y como dice la canción: Por el bravo oleaje/se fragua el itinerario/del color del temblor/y del mástil, el barco y la sal.
Epílogo de las Jornadas de Transparencia e Innovación Democrática
@CeciliaGuemes
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