Lo que está y no se usa nos fulminará

Post de Dardo Ceballos incluido en el hilo de artículos que forman parte del Tema-LAAAB ‘Experimentar [en/con/a través de] las instituciones’ capitaneado por Paola Ricaurte.

Si analizamos nuestra época contraponiendo los avances de la tecnología y las potencialidades que tenemos para mejorar la participación ciudadana, el derecho a decidir e incidir en las decisiones, y el aprovechamiento de la inteligencia colectiva, nadie podría acusarnos de apocalípticos si concluimos que habitamos una inmensa paradoja.

Transcurridas casi dos décadas del Siglo XXI, cada día que pasa nos adentramos más en un escenario de convergencia digital irreversible. Con más de dos tercios de la población mundial conectada a dispositivos móviles (más potentes que todas las computadoras personales fabricadas durante el siglo anterior), transitamos un momento histórico de transformaciones vertiginosas donde la tecnología, al ritmo del mercado, marca un pulso acelerado donde lo único permanente es la transición.

En el seno de esta Sociedad Red persisten un gran número de organizaciones e instituciones creadas en siglos anteriores que tienen incidencia directa sobre la calidad de vida de la ciudadanía, porque deben ocuparse, nada más y nada menos, que de tareas como garantizar derechos, velar por el cumplimiento de los deberes, prestar servicios públicos, y ordenar diferentes aspectos de la vida en común.

En esa brecha entre tecnología e institucionalidad, es donde se origina una de las grandes paradojas de nuestras sociedades hiperdigitalizadas en las que, a través de diferentes dispositivos e interfaces que rápidamente adquieren escala global todos participamos de movimientos u organizaciones temáticas, flexibles, adaptables, y hábiles para reconvertirse rápidamente de acuerdo con las nuevas exigencias del contexto; mientras que las instituciones de la democracia representativa siguen ahí, casi tal cual las conocimos: burocráticas, pesadas, lentas y con una fuerte cultura de resistencia al cambio. El resultado de esto es una crisis de legitimidad, basada en una alienación de las instituciones que necesitamos comenzar a resolver de inmediato.

Pero seamos justos, la velocidad de los cambios del siglo XXI no ha dejado atrás solamente a los gobiernos, también muchas de las grandes organizaciones privadas que dominaron el siglo XX, y las de sociedad civil o el tercer sector, están tramitando con gran dificultad su migración a la era de la hiperconexión.

El proceso de reconversión digital de las organizaciones es, con apenas algunas excepciones, uno de los traumas y karmas colectivos de nuestra época, porque son miles las instituciones que no logran conectar con el siglo XXI y cuyo retraso genera injerencias negativas directas sobre la vida de las personas que se relacionan con ellas, ya sea en calidad de ciudadanos, socios o clientes.

Conectarse al siglo XXI implica entender nuevas complejidades. La interoperabilidad de datos que caracteriza a la Sociedad Red y las posibles consecuencias del uso y abuso de los datos que, en estos días, se ha hecho mundialmente evidente a través del caso de Cambridge Analytica quizá como nunca antes, es otra clara advertencia sobre el poder que otorga en nuestros días el control de los datos, y la capacidad de procesarlos para convertirlos en información.

Estamos todo el día conectados a tecnologías que se nutren de nuestra participación y toman decisiones basadas en inteligencia colectiva. El gran problema, es que toda esa construcción colectiva permanente, está en manos de unas pocas empresas, y nuestras instituciones públicas están aún tratando de entender qué pasa.

Un reciente informe de CAF revela que tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina tienen poca o ninguna confianza en las instituciones públicas. A su vez, también finalizando 2017, la misma región alcanzó una tasa de penetración de internet que alcanza a tres de cada cuatro latinoamericanos. De nuevo la paradoja, la capacidad para conectarnos parece tener exactamente la misma curva de crecimiento que el descreimiento institucional.

Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto? Si vamos a trabajar desde lo público temas como participación y derecho a decidir, o metodologías para la inteligencia colectiva, no podemos desconocer este contexto y la imperante necesidad de que los más altos decisores políticos entiendan en qué grado las decisiones sobre la tecnología afectan no solo a nuestra organización, sino a todo el ecosistema donde se encuentran insertas.

Es urgente e imperante que las instituciones públicas asuman claramente el control de sus propios procesos de transformación digital, y se preparen para comprender y legislar sobre las distorsiones que la tecnología puede generar en el sistema democrático. Debemos tener en claro que cuando las tecnologías no están alineadas a una visión de gobierno abierto, terminan alineándose por omisión a la lógica del extractivismo digital, porque nuestras sociedades ya están completamente atravesadas por medios, interfaces y tecnologías digitales con las que interactuamos permanentemente y en todos los aspectos de nuestras vidas. Si las instituciones no aprovechan explícitamente y con implementaciones concretas toda esa tecnología para garantizar el acceso a información pública, la rendición de cuentas, el análisis de datos públicos y la participación ciudadana, en pos de incentivar la inteligencia colectiva para el bien común, siempre habrá allí alguien dispuestos a usar los datos y la tecnología para todo lo contrario.

“Lo que está y no se usa nos fulminará” cantaba Luis Alberto Spinetta y nada parece definir mejor este momento de nuestras democracias, es urgente y necesario deconstruir la relación de nuestras instituciones con la tecnología, y fortalecer más que nunca espacios como los laboratorios de innovación pública y abierta, que trabajen junto a la ciudadanía en metodologías de co-creación con tecnologías libres capaces de reconectar nuestras democracias al siglo XXI, antes de perder al único de esos cuatro ciudadanos que aún confía en las instituciones públicas.

 

Dardo Ceballos

 

  • Hacktivista. Director de #GobiernoAbierto en @GobSantaFe. Parte de @Santalab_ar y la @RedInnovaPol. Socio de @independiente Rosario, Argentina

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