Ver, imaginar y construir ciudad

Post de Emilio M. Martínez Gutiérrez  incluido en el hilo de artículos que forman parte del Tema-LAAAB ‘Espacios urbanos centrados en las personas’ capitaneado por Patrizia Di Monte  Ignacio Grávalos.

La ciudad no es un contenedor inerte sino una configuración social de experiencias y bifurcaciones, de vivencias e imaginarios. Una promesa donde -como decía Calvino[1] acerca de los sueños – toda perspectiva es engañosa y cada cosa esconde otra. La forma en que la sociedad acomete su construcción afecta a la manera en que se construye a sí misma. Esta comprensión dialéctica se ha impuesto progresivamente a las maneras de ordenación centradas exclusivamente en códigos estilísticos, funcionales o burocráticos, y aunque aún mantiene su pugna con las muchas exigencias del mercado (otro configurador, admitámoslo) parece consolidarse una orientación marcadamente social acerca del sentido y construcción del medio urbano. El diseño no puede ser sólo designio.

Desde la perspectiva de una planificación social, la ciudad es un ámbito de responsabilidad compartida que debería proporcionar a todos los ciudadanos seguridad, habitabilidad, salud, educación y progreso. Y en ese ejercicio de responsabilidad, construir la propia idea de ciudadanía y crecer con ella. Asumida esta premisa, el planteamiento “social” de la planificación debería llevar a superar los modelos abstractos con que se ha venido diseñando la ciudad: la de ése usuario anónimo cuyas necesidades y aspiraciones eran casi siempre deducidas de modelos con pretensiones universales. No todas las vidas se vacían en el mismo molde y para los que quedan fuera del patrón dominante la ciudad puede resultar un ámbito ajeno. Se trataría pues de progresar conforme a criterios derivados de la complejidad social, de la diversidad, de las diferencias de género, edad, oportunidad, etc. y de los criterios de sostenibilidad ambiental y social.

En este sentido la participación de los usuarios en la definición de los espacios en que habitan y transitan, invirtiendo los valores de referencia tradicionales de su concepción, es ya un procedimiento consolidado. Pero llevarlo al conjunto de todos los grupos sociales implicados es sin embargo un reto al que seguir haciendo frente.

Sirva de ejemplo el de los colectivos de niños y adolescentes en el medio urbano. La atención respecto a ellos ha experimentado un cambio notable: de una concepción tutelar, más o menos condescendiente y protectora, se pasa al reconocimiento de su papel activo y a la conveniencia de integrar su visión en la definición de su medio. No es cuestión de limitarse a proponer áreas específicas –parques de recreo, zonas de juego y recintos adecuados- como si pudieran rebajarse a la condición de meros espectadores. La orientación actual defiende una participación activa de estos colectivos en la producción de información sobre su experiencia en la ciudad y sobre la ciudad misma en tanto que espacio de socialización por excelencia. Una apuesta para fomentar la identificación y el sentimiento de pertenencia (afectiva, estética y simbólica) con el entorno construido.

A este respecto merecen la pena detenerse en las recomendaciones del Instituto Canadiense de Urbanistas, que proponen un encuentro sereno entre agencias sociales, educativas y urbanísticas. “Los urbanistas tienen la responsabilidad de proporcionar a los jóvenes las oportunidades para ejercer ese derecho, de tal modo que puedan asumir sus responsabilidades en tanto que ciudadanos concienciados y bien informados”. Sobre esta base recomiendan realizar conjuntamente con las escuelas y los responsables locales ejercicios encaminados al descubrimiento del sector urbano pertinente (barrio, distrito, ciudad, territorio): cómo es, cómo ha sido planificado, cómo se ha transformado (paseos, descripciones, etc.). Asimismo, estimular la capacidad perceptiva (identificando y clasificando elementos del medio construido y social) y de ahí proponer pequeños debates para animar la reflexión sobre el funcionamiento de la ciudad junto con una valoración sobre su relación afectiva y funcional (accesos, lugares, plazas, zonas verdes, ecología…). También es posible animar a descripciones comparadas mediante textos e imágenes sobre el medio urbano (barrio, escuela, etc.).

Las estrategias para acceder a estos discursos podrían apoyarse en las metodologías desarrolladas en los proyectos educativos o bien en coordinación con las escuelas locales. Existen experiencias bien contrastadas como las propuestas en el conglomerado Ciudades Educadoras. La técnica de los dibujos proyectivos proporciona margen para examinar los imaginarios y el peso de los condicionantes del medio. Otra posibilidad es seguir el patrón cualitativo de los registros fotográficos, incidiendo en la cultura visual en que estos colectivos se desempeñan. Así se expone en el proyecto de Porto Alegre (Brasil) Civitas-Cidades Virtuais com Tecnologias para Aprendizagem e Simulaçao, del que se da cuenta en Urbanidades em construçao, una interesante performance sobre la apropiación del espacio, la construcción de su sentido, la reinvención de los lugares.

Emilio M. Martínez Gutiérrez

 

[1] Calvino, Italo. Las ciudades invisibles. Ed. Siruela

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