La crisis ineludible y la nueva era de las instituciones

Artículo de Pablo Pascale incluido en el Tema-LAAAB ‘Experimentar [en/con/a través de] las instituciones’.

 

Llegó el siglo XXI, excepto para las instituciones. La era pre internet se había instalado como una zona de confort para las instituciones. Malacostumbradas a controlar la información que emanaban, el siglo XXI les tenía preparada una crisis ineludible.

La crisis tenía cara de ciudadanía. Una nueva ciudadanía, hiperconectada, que silenciosamente se iba perfeccionando en la utilización de herramientas muy poderosas que le permitían crear contenidos, desafiar la opinión de los medios tradicionales, auto organizarse, transferir conocimientos en tiempo real, y generar nuevas narrativas en pocos minutos. La democratización de internet anticipaba una crisis de legitimidad de las instituciones que no fue solo patrimonio de gobiernos, sino también de instituciones que aparentemente habían sorteado innumerables vaivenes de la historia; iglesia, academia, partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación, se vieron ante un nuevo escenario, y con pocas herramientas para reconectar con la realidad.

Más transparencia y participación era lo mínimo que se reclamaba.

Hacia 2010, la ciudadanía ya tenía una voz que no se podía callar e iba en aumento, era más alta que el murmullo del antiguo paradigma institucional anclado en el siglo XX.

Buena parte de esas voces comenzaron a corear la necesidad de instituciones renovadas y cercanas, abiertas y de todos. Este contraste de épocas hace su eclosión en España, en mayo del año 2011.

 

¿Qué pasaría si…? o el viaje experimental

Y así comienzan las tentativas de varias instituciones de atender el llamado de los tiempos, y realizar cambios hacia una mayor transparencia y participación ciudadana. Y nos fuimos encontrando con iniciativas de todo tipo, algunas más tímidas y graduales, y otras que rápidamente decidieron saltar al nuevo paradigma y comenzar un camino inexplorado.

Para las primeras había ya más de un manual que les guiaba hacia prácticas de transparencia, rendición de cuentas, igualdad de género, etc. Pero para las segundas no había un manual, había que crearlo.

Se inicia entonces un viaje exploratorio en algunas instituciones. Se comienza a hablar de la necesidad de hacer cosas nuevas que ninguna institución antes había hecho, empieza a hablarse de experimentar. Y hablar de experimentar en las instituciones era como una contradicción en sí misma. Las instituciones habían sido creadas para controlar absolutamente los procesos, y no dejar lugar a la improvisación. Pero ese camino ya había finalizado y ahora la realidad indicaba solo una dirección: cambiar en un contexto de incertidumbre.

Hubo que acudir a otras experiencias, en otros campos. Y, preguntarse, habitualmente ¿dónde se experimentaba? ¿dónde teníamos algún modelo de referencia al que acudir?

La respuesta surgía casi automática; ¡en los laboratorios! Y así, con la creación de un nuevo tipo de laboratorios se inaugura un camino de experimentación en varias instituciones. Serán laboratorios muy diferentes a lo utilizados en ciencias experimentales. Éstos nuevos laboratorios llevan otro apellido: laboratorios ciudadanos, laboratorios de gobierno, laboratorios vivos (living labs), etc. Es decir, laboratorios que se estrenan como una nueva forma de explorar la institucionalidad, pero que no guardan más relación con los de ciencias experimentales que su nombre y su esencia de experimentar.

En la actualidad, contamos con varios laboratorios de este tipo, como ejemplo en Iberoamérica ya existe una red de 17 laboratorios. Posiblemente, los laboratorios ciudadanos representan el caso más interesante de experimentación. Por un lado, son un “experimento institucional” en sí mismo, es decir un ensayo que se permiten algunas instituciones para generar nuevas formas de conectar con la actualidad. Y, por otro lado, son instituciones cuya sustancia de trabajo es la propia experimentación. Esta doble dimensión de la experimentalidad los hace el modelo institucional más avanzado, y por qué no audaz, en el nuevo paradigma.

Son instituciones que, respondiendo a aquel llamado de la ciudadanía, han logrado el que posiblemente sea el modelo de mayor participación ciudadana actual. Son espacios para que los ciudadanos produzcan sus propios proyectos, con el fin de proponer soluciones o alternativas a los problemas que ellos enfrentan en sus comunidades.

Las características de estos laboratorios los diferencian notoriamente de otras instituciones, porque en ellos: 1. Se experimenta; 2. Se produce; 3. Se colabora, no se compite; 4. El conocimiento se comparte (con licencias libres y repositorios abiertos); 5. Encuentro de diferentes saberes en plano de horizontalidad; 6. Apertura total donde cualquier ciudadano más allá de su formación académica, su experiencia, o su procedencia no solo puede participar, sino que hace a la institución.

 

Las primeras filtraciones

Actualmente, la forma de trabajo de los laboratorios ciudadanos se está filtrando a otras instituciones que van incorporando metodologías propias de los laboratorios. La experimentación está dando frutos, y ya varias políticas públicas recurren a los laboratorios para trabajarse en conjunto con la ciudadanía, o proyectos de ley para conformarse colaborativamente con ciudadanos, inclusive infraestructuras o instalaciones urbanas. La antigua tradición del experto que “baja” los contenidos a la ciudadanía, ha dado paso a un trabajo conjunto y colaborativo, donde los procesos y resultados son compartidos.

Muchos gobiernos, mediante nuevos laboratorios de gobierno, están también acudiendo a la innovación ciudadana para mejorar e innovar los procedimientos internos de la administración, y renovar su relación con la ciudadanía.

Es posible que, dentro de algunos años, cuando volvamos la vista atrás recordando aquella crisis de las instituciones de principios del siglo XXI y cómo comenzaron a realizarse los saltos de un paradigma a otro, veamos en la experimentación de los laboratorios ciudadanos los primeros prototipos de una nueva era en las instituciones.

 

Pablo Pascale

 

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  • Pablo Pascale coordina el área de Innovación Ciudadana de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB)

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