Artículo de Ana Maeso Broncano incluido en el Tema-LAAAB ‘Educación expandida, aprender participando’. capitaneado por Pedro Jiménez | ZEMOS98
Septiembre de 2018. Hoy es el primer día de clase en una facultad de Educación. Allí se forman futuras maestras (eminente mayoría, fruto de la herencia de cuidados adquirida) y maestros que en breve poblarán los colegios, siendo referentes de niñas y niños. Llevo apuntadas ciertas notas para dirigir la presentación de la asignatura. Entre ellas una cita: “El medio es el mensaje”, de Marshall McLuhan.
Cruzamos la frontera del aula, esa que parece generar dos espacios: el del aprendizaje, cercado; y el exterior, el de la vida. La teatralización se ve reforzada: una tarima ocupa el lugar de quien va a ser observada y escuchada. En ella se encuentra el único mobiliario móvil de toda la estancia; al otro lado diez filas de mesas continuas se anclan al suelo. Si no lo estuviesen, tampoco habría manera (sin una compleja ingeniería), de abrir un espacio entre ellas. Las sillas son meras tablas plegables que al menos dotan a la clase de cierta musicalidad al ser cerradas, cual golpe de percusión al finalizar una escena.
Resulta hasta un acto performático (de cierto cariz cínico) hablar de educación participativa, democrática, de aprendizaje significativo. Resulta ciertamente paradójico criticar la jerarquización de los saberes y las relaciones de poder profesorado-alumnado desde esa posición.
No obstante, aceptamos el reto y continuamos, como cada año.
La pedagogía como relación social es muy cercana. Te toca directamente ahí: en tu cerebro, tu cuerpo, tu corazón, en tu sentido del yo, de mundo, de los otros, y de las posibilidades e imposibilidades de todos estos territorios. (Ellsworth, 2005, p.16)
Pensar que el sistema educativo imperante está desfasado respecto a las necesidades sociales actuales se ha convertido, afortunadamente, en un lugar común. El sistema educativo vigente acoge demasiados ecos de un pasado industrial y un modelo educativo heredero de la Ilustración, meramente memorístico y deductivo. Una educación bancaria (Freire, 2000) que genera en el aula situaciones de regulación, control y disciplina (Foucault, 2009). Mimbres que en el sistema neoliberal se fusionan con un enfoque mercantilista de empleados-consumidores donde los objetivos pasan a ser “mínimo coste, máximo beneficio” (clases abarrotadas y profesorado precarizado). Sin replantear (y por tanto, afianzando) las políticas de representación basadas en las desigualdades de género, clase, etnia, sexualidad y capacidad.
Un sistema donde la competencia se antepone al bien común y al cuidado. Donde el profesorado se ve forzado a multiplicar sus horas de docencia y burocratizar su trabajo, ya entendido en términos de eficacia. En el alumnado, la productividad prima sobre el aprendizaje significativo. En un panorama tal, generar y ejercer un modelo educativo distinto no solo requiere de un posicionamiento político, epistemológico y social diferente: supone toda una acción de resistencia.
Frente a las pedagogías del s. XIX, a lo largo del s. XX comienzan a desarrollarse pedagogías activas. Los modelos constructivistas y construccionistas otorgaron en el campo educativo un paso más hacia una pedagogía participativa, contemplando al sujeto como generador de su propio conocimiento. Una visión relacional que otorga al aprendizaje un espacio más amplio, más difuso y más en conexión con lo vital. Las pegagogías críticas fomentaron este enfoque, en consonancia con la metodología de investigación-acción. Una revisión de las relaciones de poder en el aula con el objetivo de romper las jerarquías profesorado-alumnado. Un proceso de empoderamiento, que en la pedagogía trasgresora de Britzman (2002) sitúa la educación como núcleo de las “revueltas discursivas”.
¿Qué implicaciones educativas, políticas, psicológicas, sociológicas e incluso artísticas puede tener una educación basada en la participación? Una educación que valora la experiencia, donde el intercambio de los relatos de todas las participantes genera un espacio de interacción social. Donde cognición y emoción puedan complementarse para generar conocimiento (evitando el terrible dualismo cuerpo/mente de herencia cartesiana). Un espacio abierto a la gestión de la diferencia; a poder gestionar el conflicto implícito que genera vivir en comunidad. Abierto a activar las diferentes inteligencias para resolver situaciones, aprendiendo de manera significativa. En definitiva, una metodología desde la vida y para la vida.
Continúa aquella primera clase, y nos presentamos, persona a persona, lanzando un ovillo de un lado a otro del aula. Dibujando una red horizontal, nodo a nodo. Desafiando las restricciones del espacio, creando una comunicación menos vertical (o arborescente) y más cercana a la rizomática de Deleuze (2010). Creando un estar-juntos desde el que cuestionarnos y cuestionarlo todo.
Ana Maeso Broncano
Referencias:
Britzman, D. (2002). La pedagogía transgresora y sus extrañas técnicas, en Mérida, R. (Coord.). Sexualidades transgresoras. Una antología de estudios queer. (pp. 197-229). Barcelona: Icaria.
Deleuze, G. y Guattari,F. (2010). Rizoma. Valencia: Pretextos
Ellsworth, E. (2005). Posiciones en la enseñanza. Diferencia, pedagogía y el poder de la direccionalidad. Madrid: Akal
Foucault, M. (2009). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Ciudad de México: Siglo XXI editores s.a. de c.v.
Freire, P. (2000). Pedagogía del oprimido. Buenos aires: Siglo XXI
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Siro
Me alegra saber que hay personas como tú; que se plantean el conocimiento activo. La educación lo es todo para el futuro de un país. Necesitamos personas críticas y cercanas al alumnado. Salud y Libertad.