Artículo de Helena Casanova incluido en el Tema-LAAAB ‘Espacios urbanos centrados en las personas’ capitaneado por Ignacio Grávalos y Patricia Di Monte.

La expresión “participación ciudadana” ha tomado un renovado significado en los últimos años. Las nuevas tecnologías han abierto un amplio horizonte de posibilidades en el campo de la participación del ciudadano en la vida pública. El sociólogo Manuel Castells describe este fenómeno como  “autocomunicación de masas”[1]. Internet hace posible que un solo individuo pueda generar un mensaje que puede llegar potencialmente a una audiencia global, con un impacto comparable a los massmedia tradicionales. Las opiniones individuales tienen un canal de difusión masivo que antes no existía, lo que facilita un cambio de posición del ciudadano ante aquello que le rodea, pasando de una actitud receptora y pasiva a una posición emisora y crítica.

Por un lado, el potencial de Internet para generar influyentes corrientes de opinión lejos de los canales ortodoxos, ha repercutido en un cambio de actitud de algunos políticos y profesionales encargados de la concepción, diseño y gestión del espacio público. Por otro, Internet ha propiciado un cambio de actitud de una parte de la ciudadanía que ante los problemas urbanos ha pasado a tomar un papel más participativo.

La conjunción de ambos aspectos abre la puerta a un inmenso campo de posibilidades colaborativas entre instituciones y ciudadanía que se pueden agrupar en tres categorías principales:

1.1   Estrategias de co-gestión

El concepto ‘participación ciudadana’ contempla la posibilidad de que el ciudadano independiente tenga acceso a decisiones de gobierno sin tener que formar parte de un partido político o de la administración pública.

En sistemas democráticos participativos existen mecanismos con los que los ciudadanos pueden proponer iniciativas que el pueblo aprueba vía plebiscitos. Cuando éstos no existen, los ciudadanos se organizan al margen del sistema para realizar acciones directas en su entorno urbano.

Un ejemplo pionero de este tipo de acción fue el proyecto “Park Fiction”. En 1995 los vecinos de St. Pauli, Hamburgo, diseñaron un parque público con vistas sobre el puerto en un solar municipal que ya había sido vendido para construir un nuevo desarrollo urbanístico. En 1997 consiguieron detener la construcción del complejo urbanístico. Los ciudadanos tomaron decisiones sobre el espacio público al margen del ayuntamiento y finalmente las construyeron con su aprobación. De forma análoga, numerosos solares abandonados de muchas ciudades han sido transformados por iniciativas vecinales. Los vecinos se aventuran en la toma de decisiones en la esfera pública y transforman el espacio público inerte en una zona útil, pero esto puede crear situaciones conflictivas si las decisiones no son consensuadas.

En las estrategias que involucran al ciudadano en la toma de decisiones, tan importante como el objetivo final es el proceso, que debe estar basado en una labor educativa constante gracias al debate y a la concienciación sobre la importancia del contexto urbano en el que se vive. Esta concienciación implica que cuando el ciudadano se involucra en la toma de decisiones sobre el futuro del espacio público suele adquirir también ciertas responsabilidades sobre su uso y mantenimiento.

1.2   Estrategias de co-creación

Al principio de la década de los 2000 numerosas compañías utilizaron la co-creación como una herramienta para involucrar a los clientes en el proceso de diseño de sus productos. El co-diseño hace que el producto final responda mejor a las necesidades de los usuarios.

Aunque el proceso de diseño del espacio público no puede ser comparado directamente con el de diseño de un producto, sí puede éste beneficiarse de la experiencia asociada a los proyectos co-creativos a otra escala. Mediante procesos de diseño desarrollados por un equipo de trabajo formado por responsables municipales, urbanistas, arquitectos, paisajistas y ciudadanos se puede crear un espacio público que responda a las necesidades de todos los grupos implicados.

Los beneficios de este tipo de procesos son diversos: se aporta el punto de vista del ciudadano con el objetivo de mejorar los proyectos, se demuestra un compromiso por parte de las autoridades municipales con una gestión transparente, se potencia el papel de las partes implicadas aumentando la aceptación general del proyecto y se ayuda en la toma de decisiones en todas sus fases. El efecto a posteriori es el compromiso que adquieren los ciudadanos con el espacio público, lo que se traduce en un sentimiento colectivo de pertenencia y suele repercutir en el mantenimiento del buen estado del entorno urbano.

El proceso participativo debe seguir una estrategia bien definida, pero ser a la vez suficientemente flexible para poder evolucionar a lo largo del tiempo gracias a mecanismos constantes de evaluación, incluso después de que las intervenciones hayan sido construidas.

1.3   Estrategias de co-producción y co-mantenimiento

Frente al modelo top-down de planeamiento promovido y desarrollado por las autoridades locales, en los últimos años han aumentado las iniciativas en todo el mundo concebidas, realizadas y mantenidas por colectivos ciudadanos, pero con el consentimiento, la colaboración y la aprobación de los ayuntamientos.

Paradójicamente, algunos movimientos de participación ciudadana directa en alza en nuestros días no son nuevos, siendo precisamente los ayuntamientos los que en el pasado se encargaron de promoverlos. En Detroit, durante la depresión de 1890, su alcalde Hazen Pingree inició un programa de cesión de solares municipales vacíos a ciudadanos para el cultivo de alimentos, ayudando así al alto número de desempleados de la ciudad. El movimiento fue copiado por muchas ciudades americanas y resurgió en numerosos momentos de crisis a lo largo de la historia de Estados Unidos.

Estas estrategias basadas en proyectos co-producidos y co-mantenidos por ciudadanos y ayuntamientos conjuntamente abre las puertas a un extenso campo de experimentación sobre la forma en que el espacio público es concebido y usado. Pero una estrategia de este tipo implica la coordinación de diversas intervenciones aisladas bajo una organización más compleja que dé respuesta a una necesidad ciudadana y sobre todo que disponga de un sistema de gestión que garantice el adecuado nivel de mantenimiento del espacio público.

Preguntas finales

En el 2003, el geógrafo Don Mitchell, autor de numerosos escritos sobre la relación entre espacio público y democracia, cuestionaba con estas palabras el tradicional modelo de gestión del espacio público:“¿Quién tiene derecho a la ciudad y sus espacios públicos? ¿Cómo se determina ese derecho, tanto en la ley como en las calles? ¿Cómo se controla, legitima o socava?”[2]. Hoy en día más que nunca es importante hacerse de nuevo estas preguntas, repensar qué modelo de espacio público necesitan nuestras ciudades y reevaluar la flexibilidad de los organismos municipales para regular y legitimizar las nuevas formas de uso del espacio público por los ciudadanos.

 

Helena Casanova en colaboración con Jesús Hernández

 

Notas:

[1] Manuel Castells, Communication Power. Oxford University Press, Oxford, New York, 2009

[2] Don Mitchell, The Right to the City: Social Justice and the Fight for Public Space. Guilford Press, New York, 2003

 

  • Helena Casanova. Arquitecta paisajista por la ETSAM. Co-directora de Casanova+Hernandez architecten, Rótterdam, Países Bajos

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