¿Ocurrencias sin fundamento o intervenciones con gracia? Las seis estaciones que llevan del empujón (nudge) a la acción

Una mosca grabada en los urinarios masculinos de un baño público, unas teclas de piano pintadas en la escalera del metro, los nombres de dos figuras del fútbol escritos en la cabecera de las dos secciones que forman un cenicero urbano, unas canastas colocadas en la parte superior de los contenedores para reciclar distintos componentes. Es posible que haya visto estas imágenes, o se las haya encontrado paseando por su ciudad, y es muy probable que al verlas haya pensado que “estas ocurrencias tienen gracia”.  

Estas “ocurrencias” son intervenciones a pequeña escala en contexto reales diseñadas por las autoridades con la intención de conseguir un cambio. Para referirse a ellas Richard Thaler y Cass Sustein popularizaron en su libro del 2008 el término nudge, una traducción forzada al español sería “empujón motivador”. Estos nudge tienen tres características esenciales: (a) su fin último es la búsqueda del bienestar individual y social, (b) tratan de influir en la estructura de toma de decisión sin utilizar premios o castigos, y (c) se enfocan a provocar acciones concretas. 

Volviendo a los ejemplos mencionados, a mí también me divierten, pero como psicólogo social me planteo al menos dos preguntas. ¿Está su diseño fundamentado en el conocimiento científico? ¿Se realiza un seguimiento de su impacto? Afortunadamente en muchos casos la respuesta es positiva, desafortunadamente en tantos otros no lo es. Mi principal propósito es colaborar en reducir el segundo grupo y aumentar el primero; no tanto por un tic academicista, que también, sino porque considero que los gestores de lo público y los investigadores de lo social comparten dos preocupaciones. Primero, comprobar el grado en qué estas intervenciones son eficaces. Segundo, analizar los factores que explican ese grado de eficacia, o ineficacia. 

Con respecto a la comprobación de la eficacia, tomando prestada una denominación que suele adjudicarse a la democracia, el mejor procedimiento, o el menos malo, es seguir las reglas del método científico. Lleva tiempo, implica recursos, y debe aprenderse; pero no hay otra. En cuanto al análisis de los factores que provocan, o dificultan, el cambio buscado, se pueden aplicar distintas perspectivas que se centran en lo orgánico, en lo psicológico, o en lo social. En este sentido, propongo la utilidad de seguir el “camino psicosocial” compuesto por seis estaciones: la situación, la interpretación, la emoción, la motivación, la decisión, y la acción. Por lo tanto, de forma muy críptica, un “nudge” es un estímulo externo presentado en una situación concreta, que es interpretado en función de unas estructuras y procesos mentales que dan lugar a una emoción que, a su vez, provoca o lleva asociado un motivo que influye en el modo en que se toma la decisión sobre si conviene realizar una determinada acción o comportamiento. Por ejemplo, utilizar un urinario de un baño público suele consistir en una acción a la que no se le presta ninguna atención, lo que puede producir descuidos. Ahora bien, si en esa situación el usuario se encuentra con la imagen de un insecto, es posible que lo interprete como una ocasión para practicar su puntería, provocándole una emoción positiva que, a su vez, facilitará tanto la motivación de “disparar” como la decisión de acertar y, consecuentemente, la acción ya no sea tan descuidada.   

Evidentemente la realidad no es ni tan clara ni tan obvia. En primer lugar, cada una de las estaciones está conectada con el resto. En segundo lugar, todas estas conexiones tienen ida y vuelta; por ejemplo, los procesos de emoción pueden influir en los de interpretación y viceversa. En tercer lugar, la influencia no transcurre pasando de una estación a otra de una forma ordenada y secuencial, sino que lo que está ocurriendo en cada estación suele influir al mismo tiempo, de forma más o menos concertada, en la acción. Ahora bien, conocer y tener presente este “camino psicosocial” puede ofrecer una guía que reduzca tanto el desconcierto que precede al diseño de un nudge, como el que sigue a la ausencia de resultados eficaces. Quien tenga interés por recorrer este camino, siempre puede preguntar. 

  • Profesor titular del Departamento de Psicología Social y Metodología de la Universidad Autónoma de Madrid.

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