ENTRE EL SUELO PÉLVICO Y LA MANDÍBULA: LA VOZ EN LOOP A LA FELICIDAD
Es difícil describir la fluidez, la calidez y la sonoridad del Espacio LAAAB durante la tarde del jueves 27 de octubre, en el Laboratorio de expresión corporal y vocal: voz y arte para contar mi parte, dinamizado por Pato Badián y Noche Diéguez. Con aforo completo, 28 personas (esta vez no hubo hombres) ocuparon espacio y aire de nuestro laboratorio para entregarse a vibrar con cuerpo y alma.
La guía de Noche abrió un primer espacio de conectar con el cuerpo, de calentarlo, de empezar a moverlo suavemente y sentirlo respirar, moverse y parar. Probar a tensar y soltar la mandíbula y sentirlo en los músculos pélvicos. Sentir el cuerpo para abrir la boca, soltar y sentir la voz. Con muletas, con lesiones y con cuerpos diversos, el movimiento se enriqueció con la interacción.
Una ronda de presentación rápida e intensa, con nombres, con palabras y movimiento alrededor del nombre de cada persona, a la que el grupo le devolvía el eco vocal y corporal de su propuesta. Incluir cada quien su nombre en una pauta rítmica fue el inicio de los desafíos vocales que Pato nos fue proponiendo, cantando ella con una caja bagualera y con una base realizada por el resto del grupo.
Quizá el más mágico y disfrutado fue el canto colectivo de dos frases a repetir: “ay, ay, qué pena, ay, que pena me da” y un “uh, uhu, u hu”. La sensación de voz única y diversa, grupal e individual, diciendo con la voz unas palabras que contradecían lo que el cuerpo, caminando por el espacio, sentía a cada paso: nunca decir ‘ay, qué pena me da’ fue más comunitario, alegre y emotivo.
Jugando con volúmenes y cuerpos en movimientos, se pasó a pequeños grupos a hacer un canon de diferentes frases. Entrando en loop, en repetición, según Pato activaba o silenciaba uno u otro grupo. Esos loops y repeticiones se activaron, también, en la propuesta de resonancias grupales, en las que la mitad del grupo, en el suelo, recibía la vibración base y los loops del resto del grupo, al hilo de dos temas que se propusieron: “el viaje” y “hay que hacer la cena”. Si no estuviste en el taller, nunca sabrás cómo resuena “¡mi maleta!” (como si te pusieras de puntillas desde los pelos del cogote) ni “pan con jamón” (con un sustento grave y un timbre delicioso que provoca saliva).
Con un cadáver exquisito, motivado en inicio por una carta ilustrada generadora, cada equipo construyó una historia a la que puso cuerpo y sonido (sin palabras) y representó para el resto. Representaciones que hablaban de la noche, la alegría, la muerte, el miedo y la risa contagiosa y encanada. Representaciones que motivaban y movilizaban.
Representaciones que mostraron que cuando las mujeres y personas no binarias toman la voz, lo hacen en grupo.Que cuando se ponen al centro, las escenas tienen varios focos y no uno único. Que todas las personas en escena tienen un momento de intervención. Y, sobre todo, que cuesta mucho sacar la voz del cuerpo, pero que cuando se hace es un loop de felicidad y comunidad. Como lo describieron quienes participaron: relajación, libertad, formar parte de algo común, cantarinas, animadas, acuerpadas, exhaustas, emocionadas, livianas, bailongas, juguetonas y sorprendidas. Sí, hubo mucho arte.
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