Entrevista a María Jesús Luna Serreta
Es la Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz. Diplomada en Trabajo Social y Licenciada en Antropología Social y Cultural, también obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en el Programa de Doctorado de Sociología “Ciudad, cultura y desarrollo”.
Trabajó como animadora sociocultural en el Proyecto de Casas de Juventud del Ayuntamiento de Zaragoza y la Federación de Casas de Juventud. En la Ciudad de León (Nicaragua), asumió la gerencia del Proyecto de Mediación de la Facultad de Derecho de la UNAN, entre otros proyectos.
¿Dónde naciste?
Nací en Zaragoza, en el Hospital San Juan de Dios, pero soy de Robres, un pueblo de Huesca de 400 habitantes, de los Monegros oscenses y allí me he criado.
¿De dónde te sientes?
Yo digo enseguida que soy de Robres; a la primera oportunidad que tengo, presumo que soy de allí, una persona de pueblo.
¿Dónde creciste? ¿Cómo recuerdas tu infancia?
Hasta los 14 años que fui a estudiar interna a Huesca a una residencia de estudiantes, toda mi infancia la viví en el pueblo.
La recuerdo como una infancia muy feliz. A veces pienso que el mejor regalo que se le puede hacer a alguien es darle una infancia feliz. Yo recuerdo mi infancia así, en una familia muy grande, con mucha actividad familiar. Íbamos juntos a vendimiar, al huerto, hacíamos mucha vida familiar, con las tradiciones típicas de una familia rural.
Me he sentido muy querida, no solo por mi familia cercana, sino también por ese clan familiar, los Luna; la vida en el pueblo era de otra manera, y casi todo el pueblo era familia y era muy bien recibida y querida en todas las casas de mi familia extensa, los Serreta, los Bolea y los Huerto.
Y esa infancia tan feliz es un cimiento muy importante de la persona que soy hoy
¿En qué colegio e Instituto estudiaste?
Estudié la educación primaria en el colegio del pueblo, y no tengo un buen recuerdo. Sufríamos violencia tanto física como verbal casi a diario, lo vivíamos casi como una pesadilla. Tuvimos un maestro durante 4 años que era bastante violento. Si no lo recibía en persona, alguno de mis compañeros era objeto de sus castigos y también sufrías el daño moral que provoca contemplar esas situaciones.
Posteriormente cursé BUP y COU en el instituto Ramón y Cajal de Huesca y supuso un cambio enorme. Vivir en una ciudad, con nuevas compañías de otros pueblos y de Huesca. No era fácil integrarse, sobre todo al principio, en la residencia la vida era divertida, había buen ambiente y cierta libertad para salir, quedar… era una vida más joven, menos infantil.
¿Qué hacías cuando no estabas en clase?
El pueblo entero era un lugar de juegos. Recuerdo que éramos muy pequeñas e íbamos a los huertos, a la sierra, por los caminos… Teníamos mucha libertad, para explorar el entorno y vivir muchas aventuras. También participé en el movimiento junior que había en la parroquia.
En Huesca, salir por el Tubo, socializar mucho, los primeros amores…, lo típico de una adolescente de la época.
¿Qué carrera estudiaste y por qué?
Estudié Asistente Social, porque me quedó el Latín en COU. Me titulé en la escuela de San Vicente de Paúl, y posteriormente lo convalidé con la diplomatura universitaria en Trabajo Social. No fue una decisión meditada y vocacional. Esta posibilidad formativa surgió de una manera un poco casual, porque una tía mía lo había estudiado.
Poco a poco me fui enamorando de esta profesión, casi sin querer. Después cursé un master universitario de Estudios Sociales en Zaragoza y convalidé mi formación anterior.
¿Percibiste durante tu infancia un trato diferencial por ser niña?
Visto con perspectiva, en aquel momento no lo percibía así. Si hubiera sido chico, es muy probable que me hubiera incorporado al negocio familiar. Todos los varones de mi familia lo hicieron y yo no. Esto me dio la oportunidad de estudiar y poder dedicarme a mi profesión.
En los 3 últimos cursos de EGB, íbamos a un pueblo cercano, a Tardienta, dentro de un programa de concentración escolar comarcal; incluso comíamos allí. Y las chicas de los últimos cursos teníamos que servir en el comedor. Preguntamos por qué no lo hacían también los chicos, realizamos varias protestas, pero no tuvimos éxito y tuvimos que continuar sirviendo en el comedor solo las chicas.
Y cuando llegas a la vida adulta y estableces tu propia familia en sentido amplio, tu propia red personal…
Estoy casada y tengo dos hijas de 28 y 24 años. Mi marido fue contratado por el Ministerio de Asuntos Exteriores para trabajar en Nicaragua en la oficina de la Agencia Española de Cooperación.
¿Cómo os planteasteis la educación de vuestras hijas?
Nuestra reflexión fue que ellas tenían que tener todas las oportunidades posibles y ser mujeres independientes y que aprendieran a resolver sus propios problemas. Mis padres me educaron de una manera muy abierta, con mucha confianza. Y creo que he heredado ese modelo. Nunca hemos pretendido influirlas de ninguna manera.
¿Y cómo fue tu carrera profesional?
Entre 1992 y 1995 vivimos en la ciudad de León en Nicaragua. Al terminar esta etapa, nos instalamos en Zaragoza y pasé a una vida de madre y ama de casa. Había trabajado muy intensamente en cooperación al desarrollo en León y al volver aquí, viví una especie de paréntesis de crianza de mis hijas y de búsqueda de un nuevo trabajo. Empecé a trabajar como profesora de instituto de FP, y he estado 21 años trabajando en los institutos Luis Buñuel y Avempace.
Y actualmente soy la Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz.
¿A qué dedicas tu tiempo libre?
Realmente, no tengo casi tiempo libre. Una circunstancia que tiene que ver con la condición de mujer es la sobrecarga de tareas. Soy una madre de pueblo, de toda la vida y me gusta ocuparme de mis hijas y de mi familia, todo lo posible y siempre las he tenido muy presentes en mi vida.
He compatibilizado esa vida familiar con una carrera profesional que es muy intensa; donde tu energía, tus capacidades, tus recursos y herramientas personales para transmitir un aprendizaje exigen mucho de ti. Era una actividad profesional muy enriquecedora, pero al mismo tiempo muy absorbente.
Personalmente, toda mi vida he estado estudiando para mejorar mi perfil profesional.
Y, desde que volvimos de Nicaragua impulsamos un hermanamiento oficial entre las ciudades de León, en Nicaragua y Zaragoza, al que también le he dedicado mucho tiempo.
En conclusión, ni tengo ni he tenido apenas tiempo libre. Creo que esta es una circunstancia muy común en las mujeres de mi generación.
¿Cómo te sientes contigo misma? ¿Eres feliz?
Me siento bastante en paz conmigo misma y también feliz; toda mi actividad de estos años ha resultado ser muy fructífera, llena de buenos recuerdos y muchos aprendizajes, tanto personales como colectivos. Esta circunstancia me transmite mucha paz. Me gustaría pensar que he heredado de mi madre un espíritu conciliador y de mi padre su bondad. Y siempre he procurado transmitir esos aprendizajes y contribuir al desarrollo de climas de trabajo y sociales que fueran positivos para todo mi entorno.
¿Cómo te ves en el futuro?
Espero que jubilada, pero no desconectada del mundo en el que me desenvuelvo actualmente. Intentaré cuidarme y descansar un poco más, disfrutar de algún hobby… me gustaría continuar mi vinculación con la investigación para la paz y la cooperación para el desarrollo, pero de una manera más relajada.
¿Cómo te gustaría ser recordada?
No tengo ningún interés especial en que me recuerde nadie; soy una persona que vive el aquí y el ahora, y trato de hacer las cosas lo mejor posible cada día. Prefiero que se recuerden los logros de las entidades y centros educativos en los que he trabajado antes que a mí personalmente.
Para terminar la entrevista, me gustaría conocer tu opinión personal sobre la situación de la igualdad.
Creo que aún existen unas brechas importantes que fragmentan nuestra sociedad y dificultan la convivencia. Y me preocupa que no se aborden de una manera resolutiva. Sigue persistiendo una situación de desigualdad y de discriminación hacia la mujer en muchos ámbitos, que hay que combatir con todos los recursos a nuestro alcance: con la ley, con la educación, con la sensibilización y la cultura para contrarrestar esas desigualdades.
Pero también creo que hay que establecer paralelamente un diálogo, para llegar a consensos sobre lo que tenemos que hacer como sociedad, tanto hombres como mujeres, para superar esos problemas.
El proyecto Mujeres Aspasia se ha realizado gracias a las entrevistas realizadas por Sergio Aparicio Pérez, como parte de las prácticas realizadas en el LAAAB dentro del C.P. 3 de Promoción de la Igualdad Efectiva de mujeres y hombres gestionado por CEOE Aragón.
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