ESCUELA DE PARTICIPACIÓN:
Actividades y tareas realizadas por el alumnado del curso de la Universidad de Zaragoza, coorganizado con el Gobierno de Aragón: Certificación de Extensión Universitaria en Técnicas de participación ciudadana.
Breve crónica de la clase impartida el 26/03/2018 por Diego Chueca (Inteligencia Colectiva):
Por Luis San José
La de hoy ha sido una de esas clases que se hacen cortas. Tras una parte teórica, en la que se han analizado los conceptos básicos de la participación ciudadana y todos aquellos elementos que componen un proceso participativo, ha seguido una parte práctica en la que hemos “cocinado” un proceso participativo.
Lo primero que quedó claro es que un proceso participativo no es una carrera por reunir al mayor número de personas. Tampoco se trata de dar un mitin, ni de efectuar una votación. El objeto principal consiste en recoger los puntos de vista de personas y colectivos lo más heterogéneos posibles, que estén relacionados con el tema del proceso, de forma que sus pareceres enriquezcan el resultado final del proceso, aplicando metodologías adecuadas con rigor y con flexibilidad, y aplicando el principio de que aportar es mejor que criticar.
Como apreciaciones a tener en cuenta podemos destacar la de que un proceso participativo no es vinculante para el órgano o administración que lo promueve, es más bien consultivo, por lo que los representantes de dichos órganos no deben participar en el proceso de manera activa. Otros aspectos importantes son: no todo el mundo está dispuesto a participar; no se trata de resolver problemas personales de los presentes sino buscar el bien común; se han de escuchar todas las aportaciones, por descabelladas que parezcan; hay que centrarse en el tema con aportaciones concisas y cortas ya que el tiempo es limitado; evitar entrar en los debates en círculos viciosos, volviendo una y otra vez al mismo punto; no abrir nuevos temas sin haber cerrado el anterior y, por último, levantar actas de todas las sesiones con tiempo para ser revisadas por los intervinientes, y en las que se recogerán las ideas colectivas, sin especificar los nombres de sus defensores.
Siguiendo con el símil culinario, podríamos hacer una hipotética comparación entre un proceso participativo y un gran restaurante que ha de elegir su carta de temporada. En ambos casos, la improvisación debe descartarse para tener una mínima garantía de éxito final. Podemos distinguir las siguientes fases:
PREPARACIÓN.- Una vez contestadas las preguntas previas: ¿qué?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cómo?, ¿con quién?, ¿dónde? y ¿cuándo? debemos iniciar un proceso participativo, ha de ponerse en marcha la que, bajo mi punto de vista, es la etapa más importante del proceso, ya que si en ella no se contemplan todos los elementos que han de intervenir, el resultado final puede ser una pérdida de tiempo y dinero.
Al igual que el chef del restaurante ha de diseñar los platos a incluir en su nueva carta, conocer los recursos materiales y humanos de que dispone, las materias primas y los proveedores, etc., quien reciba el encargo de poner en marcha un proceso participativo tiene que conocer muy bien las respuestas a las preguntas iniciales, dadas por quien formula la petición, y a partir de ahí establecer la documentación a conocer, la metodología a aplicar, seleccionar e invitar a los agentes que deben intervenir y la manera de atraer su participación, el cronograma del proceso, la posible elaboración del documento de partida para su deliberación, la publicidad del proceso, facilitar el acceso al mismo de forma telemática, etc.
INFORMACIÓN.- De la misma manera que el chef explicaría a todo su equipo de ayudantes y colaboradores, de la forma más concreta posible, el objetivo que pretende conseguir y los límites que no pueden saltarse, el facilitador del proceso informa y pone a disposición de los distintos agentes la documentación y los aspectos que han de tenerse en cuenta a la hora de iniciarse la fase de debate, de manera que no se produzcan falsas interpretaciones.
DEBATE.- Llega la hora de que cada componente del equipo le transmita al chef su punto de vista: los cocineros aportarán distintos matices sobre el sabor, los condimentos, los tiempos de elaboración, etc.; los ayudantes de cocina expondrán las dificultades para dar servicio a los cocineros en tiempo y forma; el maître dará su parecer sobre cómo conseguir que el cliente solicite esos platos; el personal de sala lo hará sobre el servicio; los proveedores sobre la viabilidad de disponer de las materias primas en tiempo y cantidad adecuados.
En esta fase del proceso participativo cobra especial relevancia la figura del conductor o “facilitador” entre cuyos cometidos estarán los de hacer que todos los asistentes participen, dándoles voz y priorizando turnos de palabra, procurando apoyar a las voces más minoritarias, haciéndose eco de lo que se dice y resumiendo las principales ideas que vayan apareciendo.
Todo ello en un ambiente distendido, con apoyo gráfico, y donde se produzca un cruce de opiniones en un debate relajado, lo que se ha llamado Dinámica de World Café, donde técnicos, expertos, agentes sociales y demás invitados puedan expresarse en un marco constructivo y de confianza.
RETORNO.- Todo el equipo del chef ha intervenido y dado su parecer. Ahora llega el momento de analizar todas las opiniones para ver cuáles son susceptibles de ser tenidas en cuenta a la hora de obtener el resultado final en la elaboración de la carta. Es lo mismo que ha de ocurrir en el proceso participativo donde se repasarán todas las propuestas indicando las que se han aceptado y explicando los motivos de las rechazadas, con lo que se conseguirá que todos los participantes finalicen con la seguridad de que sus aportaciones han sido escuchadas, lo cual fomentará su participación en próximos procesos.
Es el momento de dar por finalizado el proceso participativo y remitirlo a quien lo ha encargado que, en definitiva, es quien tiene la potestad final de ponerlo en práctica o no, pero… eso es otra historia.
Mostrar comentarios (0)