Post de Mar Santamaría incluido en la cadena de artículos que forman el Tema-LAAAB ‘Cartografiar lo imposible’ capitaneado por Mauro Gil-Fournier | VIC
Salir a la calle sin saber qué dirección tomar y en el último instante consultar en el teléfono la ruta hacia tu destino, sin dudar ni cuestionar el trayecto propuesto, es una proeza tecnológica cotidiana. Acceder al mapa de tu propia ciudad se ha convertido en un hábito falto de dificultad. Un gesto que resume un conjunto de acciones que nos han llevado de utilizar los mapas como herramientas militares para conquistar territorios a herramientas civiles con las que movernos fácilmente por el mundo que hemos construido.
Hoy en día, el mapa de una ciudad se dibuja gracias a las redes de satélites que exploran el planeta Tierra. También gracias a los vuelos de avioneta que fotografían el territorio y que posteriormente, mediante procesado automático y mucha mano humana, obtienen la descripción geométrica de los edificios, calles y aceras complementada con cotas y medidas obtenidas meticulosamente a pie de calle. La cartografía es además de una herramienta final de gran utilidad, el resumen de un consenso tecnológico entre los distintos actores que intervienen en su producción.
Los mapas permiten que los servicios de emergencias dispongan de información clave para situaciones de riesgo tan comunes como establecer la ruta de un coche de bomberos. Asimismo, nos delimitan la propiedad del suelo, las líneas de linde entre lo público y lo privado, nos ayudan a conocer la forma de la ciudad para su planeamiento y ordenación, y nos permiten trazar sobre ella los futuros de la ciudad a administraciones, urbanistas y ciudadanos.
Próximamente los coches van a pasar de ser dispositivos que necesitan de los mapas para guiarse a ser las herramientas necesarias para dibujarlos. Para evitar colisiones, reconocer el entorno y orientarse, los coches autónomos estarán cargados de sensores, entre ellos brújulas digitales y cámaras fotográficas, pero también sensores LIDAR capaces de realizar un mapa tridimensional del entorno. Estos vehículos generarán ingentes volúmenes de información que además de ser analizada en tiempo real se enviará a servidores alojados en lugares remotos que la procesarán para devolver resultados útiles en la conducción. Desplazar estos grandes volúmenes de datos sería imposible sin las incipientes tecnologías de telecomunicaciones de quinta generación 5G que empiezan a planear de forma experimental sobre las ciudades.
Así es cómo, en un futuro no muy lejano, los coches que circulan por la ciudad estarán también cartografiándola a cada instante con una precisión hasta ahora nunca vista. Y de este modo, será como los fabricantes de coches autónomos tendrán los mejores mapas de las ciudades. Sabrán mejor que los ayuntamientos dónde hay una acera en mal estado u obstáculos en la vía pública, qué calles están más saturadas o dónde hay más peatones, dando así por obsoletas las antiguas cartografías por lentas e imprecisas.
Probablemente en un futuro podamos diferenciar las ciudades entre aquellas que habrán otorgado su gestión a grandes corporaciones automovilísticas (que las nutrirán de información para comprender su funcionamiento) y aquellas que habrán encontrado estrategias para que administración y ciudadanía generen la infraestructura de datos necesarias para funcionar.
Para garantizar que los mapas de las ciudades continúen perteneciendo a sus ciudadanos es fundamental la tarea institucional de organismos como el Instituto Geográfico Nacional y el Catastro que generan una ingente cantidad de información que ponen a disposición a los ciudadanos. También existen grandes proyectos que, desde la organización ciudadana, quieren producir un conocimiento cartográfico de nuestro entorno como por ejemplo realiza Open Street Maps desde hace más de diez años. Mediante una comunidad activa autogestionada, el proyecto dibuja el planeta Tierra en formato abierto e interoperable para que cualquiera encuentre el camino en su propia ciudad o imprima el mapa de su calle sin pagar derechos de uso.
En otra escala de detalle los mapas hoy también quieren describir cómo la sociedad se organiza sobre el territorio. Este es el caso del proyecto CIVICS, desarrollado en distintas ciudades de España y Latinoamérica, que cartografía las iniciativas ciudadanas que construyen ciudadanía al margen de las instituciones. Y por último, el proyecto Arturo que busca redibujar la ciudad mediante algoritmos de inteligencia artificial entrenados por los mismos ciudadanos que la habitan, permitiendo así no tan sólo dibujar la ciudad y su habitabilidad sino cómo ésta es percibida según la edad o género de cada uno.
Ante la amenaza de la desaparición de una cartografía pública, producida por el consenso tecnológico de distintos agentes y con función pública necesitamos que los nuevos escenarios tecnológicos nos guíen hacia una cartografía ciudadana, hecha por ciudadanos y para ciudadanos. Que el mapa que nos ayude a organizarnos sea un bien común.
Mar Santamaría
Mostrar comentarios (1)
rafael
Excelente artículo. Hacia una cartografía pública y colaborativa.
Los mapas privados, podrán ser más precisos, pero hay algo que será difícil que obtengan fácilmente, y es la capacidad colaborativa de las personas. Resulta divertido como las mismas herramientas privadas para mapear y cartografiar terminan al servicio de la comunidad para colectivamente hacer sus propios mapas.